En el momento en el que el juez Sergio Moro aceptó ser él futuro ministro de Justicia del gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, quedaron claros los contornos de la guerra sucia contra contra Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores, rival directo del nuevo presidente, que encabezaba las encuestas antes de ser procesado.
Lógico, el tema es tan antiguo como los treinta denarios de plata que los fariseos le pagaron a Judas, por entregar a Jesucristo.
El Partido de los Trabajadores de Brasil, PT, afirmó que el juez Sergio Moro, «muestra su parcialidad en la Lava»
«¡La estafa del siglo! el juez Sergio Moro será ministro de Justicia del Gobierno de Jair Bolsonaro, quien sólo consiguió ser electo porque Lula fue injustamente condenado e impedido de participar en las elecciones», escribió la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, en su perfil de Twitter.
La estafa del siglo! Juez Sergio Moro será Ministro de Justicia del gobierno de Jair Bolsonaro, quien sólo consiguió elegirse porque Lula fue injustamente condenado y impedido de participar en las elecciones… por el juez Sergio Moro. Ayudando a elegir, ayudando a gobernar…
— Gleisi Lula Hoffmann (@gleisi) 1 de noviembre de 2018
“Isso apenas confirma tudo o que a gente disse até hoje, de que verdade ele não era juiz. Ele estava atrás de uma vantagem pessoal para sua carreira”, Eugênio Aragão (ex-ministro da Justiça) #MoroCaboEleitoral pic.twitter.com/dL29AAy7xE
— Margarida Salomão (@JFMargarida) 1 de noviembre de 2018
En su opinión, Moro fue clave para que Lula, que lidera la formación progresista desde prisión, fuera inhabilitado de concurrir en las elecciones presidenciales, a pesar de que fue la Justicia Electoral la que inhabilitó la candidatura del exmandatario después de ser condenado en segunda instancia por corrupción.
«Ayudando a elegir, ayudando a gobernar…», acusó Hoffmann.
En su cuenta de Twitter, Lula publicó una nota de su defensa en la que considera que la formalización del ingreso de Moro a la política y la revelación de conversaciones mantenidas por él con la cúpula de la campaña del presidente electo» prueban lo que afirmaron en recursos presentados a los tribunales brasileños y también al comité de derechos humanos de la ONU:
«Lula fue procesado, condenado y encarcelado sin que haya cometido crimen, con el claro objetivo de inhabilitarlo políticamente».
Agrega que Lula sufre «una intensa persecución política por medio del abuso y del mal uso de las leyes y de los procedimientos jurídicos» y que la defensa tomará las medidas necesarias para que el expresidente tenga «un juicio justo, imparcial e independiente».
Moro encabezó los juicios de la investigación Lava Jato, que llevaron a la condena de decenas de políticos de alto rango y empresarios por una extendida trama de sobornos.
En el caso de Lula, sin la menor prueba válida, cabe agregar. Ahora queda claro el origen de la atrabiliaria condena.
Nota da Defesa do Presidente Lula sobre os últimos fatos envolvendo o juiz de primeira instância Sérgio Moro: https://t.co/Ty0CvdHh84
— Lula (@LulaOficial) 1 de noviembre de 2018
Sergio Moro, de verdugo de Lula a ministro de Justicia de Bolsonaro
Celebrado durante años por la lucha contra la corrupción política, el juez brasileño Sérgio Moro empieza a estar cada vez más en los focos públicos por las críticas que lo acusan de haber actuado con motivaciones políticas en su tribunal.
Moro, conocido por mandar a la cárcel al popular ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, del izquierdista Partido de los Trabajadores, PT, le dio argumentos a sus detractores al aceptar una invitación del ultraderechista Jair Bolsonaro para ser su ministro de Justicia a partir del 1 de enero de 2019.
“La perspectiva de implementar una fuerte agenda anticorrupción y anticrimen organizado me llevaron a tomar esa decisión”, se justificó el juez.
Moro, magistrado de primera instancia en un tribunal de provincias en Curitiba, en el sur de Brasil, era casi desconocido hasta hace unos años.
Su nombre saltó a la fama cuando mandó a detener en 2016 a Lula para llevarlo a declarar de forma forzosa ante un tribunal.
En los próximos dos años, el juez se convirtió en en un cancerbero implacable de Lula, hasta dictar una condena por el supuesto delito de corrupción, sin otro fundamento que su convicción personal. .
El juez condenó a Lula a nueve años y medio de cárcel a mediados de 2017, tras declararlo culpable de haber aceptado la reforma de un apartamento para favorecer a la constructora OAS en sus negocios con la petrolera estatal Petrobras.
Un tribunal de apelación subió en enero de este año la pena a 12 años.
De manera aún más inicua que la resolución de Moro, el fallo sostiene:
«Hay pruebas por encima del umbral de la duda razonable de que el expresidente fue uno de los principales articuladores, sino el principal, del esquema de Petrobras”.
Por cierto, en ninguna parte del fallo aparece alguna prueba, como en el aparatoso proceso de Moro contra Lula.
De esa clase de generalidades sin prueba se ha valido el corrupto sistema judicial brasileño, para cumplir su compromiso en el complot.
El daño está hecho, eso es irremediable. Pero los caminos de la historia son impredecibles.
Las circunstancias históricas de la Tercera República de Francia, determinaron doce años de dura brega, con el invalorable aporte de Emile Zola en su J’Accuse, antes de que se reestableciera la verdad histórica, y se reconociera la inocencia del capitán Alfred Dreyfus, condenado a doce años de trabajos forzados en el penal de Cayena, por el supuesto delito de alta traición, grosero montaje del partido del orden, de claro cuño antisemita.
El montaje de Moro podrá tardar más o menos de doce años en quedar en evidencia. Lo importante es que le quede vida para pagar por su fechoría, tal como le ocurrió a Judas, y a una selecta gavilla de vendidos, tales como Efialtes, Brutus, Napoleón, Esterhazy, Natale y Curda, entre muchos otros.