por Hermes Benitez.
El día 4 de septiembre de 2018 se celebró en Chile los 48 años de la Victoria de Salvador Allende y la Unidad Popular en las elecciones presidenciales de 1970 y siete días después, el 11 de septiembre, se conmemoró los 45 años del golpe de Estado que derrocó, a sangre, pólvora y fuego, el gobierno legítimo y constitucional del presidente doctor Salvador Allende.
Dos fechas históricas de polos opuestos que enmarcan uno de los períodos más felices, pero también más tenebrosos, de lo que hoy se denomina como la «historia reciente» de nuestro país.
La primera fecha, el 4 de septiembre, simboliza la lucha y esperanza de nuestro pueblo de terminar con las injusticias y miserias de las grandes mayorías, por medio de la creación de una sociedad de transición al socialismo, verdaderamente democrática, donde los intereses colectivos prevalezcan por sobre los de las minorías, que en Chile han controlado a lo largo de su historia una parte desproporcionada de los recursos sociales.
Mientras que la segunda fecha, el 11 de septiembre, conmemora la brutal destrucción simultánea de la antigua Democracia chilena y del Gobierno Popular, liderado por el presidente Allende, por efecto de la brutal acción de los golpistas uniformados, sus aliados derechistas y demócratas-cristianos, financiados y apoyados desde la sombra por la negra mano imperial, que tantas muertes y miserias ha traído a los pueblos de nuestra América Morena, desde que estos se constituyeran en Estados supuestamente independientes.
Para quienes vivimos, siendo jóvenes, la experiencia de la Unidad Popular y el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, estas dos fechas quedaron «grabadas a fuego» en nuestra memoria, y no nos parecen tan lejanas en el tiempo.
Mientras que las generaciones actuales de chilenos que no tuvieron una experiencia inmediata del gobierno de Allende, ni del golpe cívico-militar, lamentablemente, no es mucho lo que saben hoy, o tienen una opinión distorsionada, de aquel ya lejano, para ellos, período de nuestra historia.
Como se hizo manifiesto en unas declaraciones acerca de Allende y su gobierno, hechas hace ya tiempo, por Beatriz Sánchez, precandidata presidencial del Frente Amplio durante las primarias presidenciales del 2017, los jóvenes de su generación desconocen casi enteramente las ideas políticas de Allende, por no decir nada de su ejecutoria como presidente. De allí que ellos hayan asimilado la visión derechista de Allende y su gobierno para la cual estos tenían un carácter autoritario, o incluso totalitario, en el lenguaje propio de la Guerra Fría.
Como nunca vieron a Allende en acción y muy probablemente no conozcan ni siquiera sus muchos y memorables discursos, los jóvenes de hoy no hacen más que repetir lo que les inculcaron desde niños, incluso hasta en los textos y programas de Historia de Chile, en los 17 años de la Dictadura.
Si a lo anterior le agregamos la descomposición moral y política de la antigua izquierda, y en particular del Partido Socialista, que aunque aún simulan compartir los valores y el ideario político del presidente Allende, hace décadas que asimilaron las doctrinas y la praxis política económica y social del neoliberalismo, que desde entonces sólo han contribuido a defender y perpetuar, junto con el resto de la nefasta herencia dictatorial.
Creemos que para corregir la distorsionada opinión imperante acerca de las ideas políticas fundamentales de Allende, expresadas en las opiniones de Beatriz Sánchez, sería suficiente comprender cuál era la visión que Allende tenía de la democracia y como ella se manifestó en un episodio poco conocido de su vida política, que hasta hace poco no había sido registrado en la historia, a pesar de su importante significado.
En cuanto a la democracia, el Senador radical Hugo Miranda, en un notable artículo suyo, expresó de una manera concentrada, pero penetrante, lo que sería la esencia de la concepción de la democracia del presidente Allende:
«Salvador Allende diseñó, durante la campaña electoral y en su larga trayectoria de líder popular y de parlamentario, un cambio profundo en la institucionalidad nacional que denominó «la vía chilena al socialismo». Pretendía establecer un cambio radical del sistema político imperante por métodos democráticos, manteniendo estrictamente las libertades públicas, elecciones libres, el principio de la legalidad, el pluralismo y el pleno respeto de los derechos humanos»(1).
Pero, por cierto, Allende no conseguiría hacer realidad este proyecto, porque los enemigos de la verdadera democracia, de dentro y fuera de Chile, se lo impidieron por medio del golpe de Estado del 11 de septiembre y la instalación de una brutal dictadura cívico-militar, que duraría 17 largos años, y bajo la cual se instalaría el modelo económico y social neoliberal y un sistema político especialmente diseñado para que en Chile nunca más hubiera un gobierno revolucionario como el de Allende.
Sin embargo hoy es cada vez más evidente que la «democracia chilena» actual, producto de aquellas condiciones, hace tiempo que está pidiendo a gritos transformaciones tan profundas como las que Allende se propuso realizar hace ya casi medio siglo.
En lo referente a la conducta de Allende frente al golpismo, es decir, a aquello que constituye la más completa negación de la legalidad democrática, es hoy parte de la historia de Chile que el día 11 de septiembre de 1973, Allende rechazó el golpe, con fusil en mano, y de la manera más valiente y decidida, combatió, junto con un puñado de fieles partidarios, por casi cuatro horas y media a las abrumadoramente mayoritarias fuerzas golpistas, y cuando ya se agotaba la munición, Allende ordena a aquellos que combatieron junto a él en la defensa de La Moneda, que depongan sus armas y se rindan a los golpistas; mientras él se repliega a su oficina privada, cierra tras de sí la puerta y se autoinmola, disparándose bajo la barbilla con el fusil de asalto AKMS que le obsequiara Fidel Castro en su visita a Chile de 1971.
Pero hay un capítulo de la vida política de Allende, escasamente conocido, en el que se prefigura, con 15 años de anticipación, su conducta frente al golpe de 1973, y que fue relatado en el 2008 en las páginas centrales de las Memorias de Ozren Agnic, secretario privado de Allende entre los años 1957 y 1965.(2)
Cuenta Agnic que en 1958, luego de la derrota de Allende por el derechista Jorge Alessandri, en las elecciones de aquel año, el presidente Carlos Ibañez (1877-1960) le propuso a Allende, por mediación del general Horacio Gamboa actuando como emisario, que no respetara el resultado de las urnas, y que con el apoyo y anuencia de Ibañez, se tomara el gobierno por la fuerza.
La respuesta de Allende a aquella insólita propuesta, conservada y reconstruida gracias a la buena memoria de Agnic, merece ser citada aquí en su totalidad, porque es una nueva confirmación del sentido de fair play (juego limpio) de Allende y su profundo espíritu democrático.
He aquí lo que Allende respondió al recadero de Ibañez:
«General, jamás nunca en mi vida he oído tamaña insensatez y monstruosidad… Me extraña sobremanera que un general de la República se preste para ser el recadero de esta infame maniobra que me está proponiendo Ibañez a través suyo. Tenga usted muy claro que mi vida personal es intachable y que jamás prestaré mi nombre ni mi posición para que corra sangre inocente en Chile. Lo aberrante de su mensaje es la antítesis de mis convicciones. ¿Han perdido ustedes la razón? Si el señor Ibañez ha creído por un solo instante que pueda ser su pelele, se ha equivocado rotundamente. Por esencia, por filosofía, demostrada en la trayectoria de toda mi vida política, soy profundamente demócrata. Regresen [ustedes] por donde vinieron y díganle al señor Ibañez que seré el primero en respetar el veredicto de las urnas, así como seré el primero en combatir cualquier intentona sediciosa en Chile, tal como denuncié en su oportunidad la actuación golpista del general y su conocida Línea Recta. Señores, han pasado 43 años y el señor Ibañez sigue siendo el mismo golpista inmoral de 1924. No tenemos nada más que hablar».(3)
¿Cuántos políticos chilenos de los últimos 50 años pueden mostrar una actitud de mayor consecuencia con los valores democráticos y republicanos de nuestro país? ¿Cuántos políticos chilenos dieron su vida por la democracia, y el socialismo, como lo hizo Allende el 11 de septiembre de 1973?
Fuente: Piensa Chile
Notas:
1. Hugo Miranda, La democracia participativa planteada por Allende, en Frida Modak (Coordinadora), Salvador Allende en el umbral del siglo XXI, pág. 57.
“Salvador Allende en el Umbral del Siglo XXI”
Autores: V.V.A.A. Eduardo Galeano, Alfonso Barrantes, Sergio Bagú, Hugo Miranda, Gonzalo Martínez Corbalá, Gastón García Cantú, John Saxe Fernández, Graciela Fernández Meijide, Jacques Chonchol, Carmen Miró, Alfredo Vázquez Carrizosa, Guillermo Gómez Reyes, Clodomiro Almeida Medina, Roberto López Moreno, Luis Maira.
Coordinación: Frida Modak
Editorial: Plaza y Janés Editores, México
Colección: Año de Edición: 1ª Edición: Septiembre de 1998. 1º reimpresión: Noviembre de 1998.
2. Véase mi reseña al libro de Ozren Agnic, publicada en piensachile el 23 de marzo de 2008 bajo el título de: Allende. El hombre y el político, Memorias de Ozren Agnic. Ozren falleció, en Santiago, luego de una larga enfemedad, el 24 de Agosto de 2010, a la edad de 75 años.
3. Ozren Agnic.Allende. El hombre y el político. Memorias de un secretario privado.
Santiago de Chile: RIL editores, 2008, 324 pp. ISBN 9789562845663, pág.61