sábado, noviembre 23, 2024
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Brasil: Austeridad, Deuda y Comercio

por Michael Roberts (*)

Acabo de regresar de Brasil, donde intervine en la reunión anual de la Sociedad de Economía Política (SEP) de la Universidad Federal Fluminense (UFF) de Río de Janeiro y en las facultades de economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro y la Universidad del Estado de Sao Paulo.

Mientras tanto, las divisas de los principales países emergentes se hundían frente al dólar.

Las medidas del presidente Trump de ‘subir la apuesta’ de los aranceles comerciales contra todos, y las contramedidas de retorsión resultantes previstas por la UE y China afectarán sobre todo a las exportaciones de estas economías. Al mismo tiempo, la Reserva Federal de Estados Unidos ha elevado su tasa de interés política aún más, que con el tiempo incrementará el coste del servicio de la deuda contraída en dólares por estas economías emergentes.

Así que la crisis de deuda de los mercados emergentes está cada vez más cerca.  Argentina ya ha tenido que recurrir al FMI para obtener un préstamo de $ 50 mil millones y su mercado de valores cayó casi un 10% en un solo día esta semana.

El rand sudafricano también evoluciona de nuevo hacia su nivel más bajo frente al dólar desde hace dos años.

Brasil es parte de esta nueva crisis comercial y cambiaria. El real brasileño también ha acusado el golpe, reduciendo a la mitad su valor frente al dólar desde 2014 y retrocediendo a su mínimo histórico desde la Gran Recesión de R 4 por $ 1 EEUU.

El desempleo se mantiene cerca de máximos.

Y esto cuando el país se prepara para las elecciones presidenciales de octubre. El principal candidato en las encuestas es el ex presidente Lula, del Partido de los Trabajadores (PT). Pero languidece en la cárcel, condenado por corrupción. Es poco probable que pueda presentarse en octubre.  El resultado de las elecciones es, por tanto, muy incierto.

Y un 50% de los brasileños que dicen que no van a votar (a pesar de que es obligatorio), lo que es un indicio de la desafección de la mayoría de los brasileños con sus políticos, mayoritariamente corruptos, y sus dudas sobre la perspectiva de que Brasil consiga salir de la depresión económica que sufre desde el fin del auge de los precios de las materias primas en 2010.

La Gran Recesión de 2008-9 golpeó a su economía como en todas partes, pero cuando los precios de las principales exportaciones de Brasil (alimentos y energía) se desplomaron, la economía entró en una profunda depresión que se hizo más profunda en 2015-6. La leve recuperación posterior se ha estancado.

La actual administración del Presidente Temer llegó al poder mediante un golpe constitucional dirigido por los partidos de derecha en el Congreso, que llevaron a la destitución de la presidenta del Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff.

Desde el principio, Temer ha buscado imponer políticas neoliberales clásicas »de ‘austeridad’, en forma de recortes drásticos en los servicios públicos, reducción del empleo en el sector público y menor inversión pública. Pero la prioridad de Temer ha sido masacrar las pensiones estatales.

La crisis y el alto nivel de deuda pública debían ser pagados por los hogares brasileños. No es de extrañar que el índice de popularidad de Temer haya caído a un mínimo histórico de sólo el 4%. Sin embargo, el argumento es que el déficit del sector público (en la actualidad alrededor del 8% del PIB) y la deuda deben ser controlados para recuperar la ‘confianza’ de las empresas e inversores extranjeros.

Como mostré en una nota anterior, Brasil tiene la mayor proporción de deuda pública de las economías emergentes (datos del FMI).

Pero como demostraba en esa nota, la causa del elevado déficit presupuestario y de la deuda no ha sido el gasto ‘excesivo’ del gobierno en materia de pensiones, etc. Por el contrario, han sido las recurrentes crisis continuas en el sector capitalista y el bajo nivel de ingresos fiscales. Porque los ricos no pagan impuestos altos y los evaden continuamente de todos modos, mientras que la mayoría paga unos impuestos sobre el consumo que son muy regresivos. Los más pobres pagan un porcentaje más alto de sus ingresos que los más ricos.

La crisis ha sido causada por el colapso del sector capitalista en Brasil y el coste está siendo trasladado al sector público y a los brasileños mediante la austeridad.

Los resultados de la crisis y de la austeridad eran evidentes en mi última visita a Brasil: en las calles degradadas de las ciudades de Río y Sao Paulo; y en los comentarios de la gente y los asistentes a mis reuniones sobre la congelación del gasto en educación y salud, etc – así como en los altos niveles de delincuencia.

No fue una sorpresa que SEP me pidiera que hablara sobre el impacto de la austeridad a nivel mundial.  La austeridad, la inversión y los beneficios fue el título de mi conferencia, que defendió dos puntos: en primer lugar, que la austeridad no fue la causa de la depresión o de la Gran Recesión en el capitalismo global. Por el contrario, el gasto público crecía en la mayoría de los países antes de la crisis, en paralelo de auge a nivel mundial.

Véase el gráfico de la evolución del gasto público en las economías emergentes (mis cálculos).

Pero sobre todo quería demostrar que, aunque los brasileños deben resistir y revertir la ‘austeridad’ con todas sus fuerzas para proteger los servicios y el bienestar público, aumentar simplemente el gasto público no va a resolver el problema subyacente de las crisis y auges capitalistas, como afirman los keynesianos .

En mi papel, presenté ambos argumentos teóricos y evidencias empíricas para concluir que la mera impulsión del gasto público no tendrá el suficiente efecto ‘multiplicador’ sobre el crecimiento, el ingreso y el empleo mientras sea dominante el modo de producción capitalista.

La producción capitalista sólo se reaviva con un aumento de la rentabilidad y los beneficios en general; y la forma de salir de la crisis del capitalismo son las recesiones y la ‘austeridad’, a expensas de los trabajadores.

Demostré que el impacto de un aumento de la rentabilidad en el crecimiento en el capitalismo -lo que con mi colega G. Carchedi hemos llamado el multiplicador marxista- es mucho mayor que el aumento del gasto público (el multiplicador keynesiano). Así que la política de austeridad no es sólo una irracionalidad ideológica pro-mercado, como afirman los keynesianos, sino que tiene su racionalidad en un contexto de baja rentabilidad para el sector capitalista dominante.

Como he señalado en mis otras conferencias en las universidades de Río y Sao Paulo, la Larga Depresión continúa y ahora parece estar entrando en una nueva fase (ver El estado de la economía mundial): en primer lugar, con el creciente riesgo de una guerra comercial entre los EEUU de Trump y el resto del mundo; y, en segundo lugar, con el aumento del coste de la deuda y su erosión de la estabilidad empresarial, sobre todo en las ‘economías emergentes’, como Brasil. El calendario de pagos de la deuda contraída con los extranjeros alcanzará su pico el próximo año, cuando los costes de servicio y ‘reestructuración’ de la deuda sean más altos.


Y como he mostrado antes, Brasil tiene los costes más altos de los intereses de la deuda de todas las grandes economías emergentes (véase BR en el gráfico).

La economía mundial ha experimentado un ligero repunte (dentro de la Larga Depresión) tras la casi recesión de 2016. Pero pareciera que en 2018 el crecimiento a nivel mundial alcanzará su punto máximo y los bajos niveles subyacentes de rentabilidad e inversión volverán a aparecer, junto con una nueva crisis de la deuda en el sector empresarial no financiero, planteando nuevos riesgos. Veremos que pasa.

(*) Reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

Fuente: The Next Recession

Traducción: Sin Permiso

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