Importantes figuras de la historia, las artes, la arquitectura o la filosofía perdieron la vida en situaciones dignas de una tragicomedia. Atragantarse con una mosca, comer exceso de melón o estrangularse con una bufanda figuran entre las más inusuales maneras de morir.
Albert Camus
El premio Nobel de Literatura de 1957, el francés Albert Camus, fue preso de sus palabras puesto que murió de la forma más absurda según su propio criterio.
Apenas unos días antes de su fallecimiento, Camus calificó el accidente de tráfico del ciclista Fausto Coppi como “la manera más idiota de morir”.
Días más tarde, Camus perdió la vida de la misma forma.
Antoni Gaudí
El arquitecto español, figura representativa del modernismo catalán, falleció atropellado por un tranvía en Barcelona.
Sin embargo, tras el fatal percance, el cuerpo de Gaudí quedó en el suelo sin que nadie supiera de quien se trataba, ni siquiera las monjas que le auxiliaron en el hospital.
El capellán de La Sagrada Familia fue el primero en reconocerle, pero falleció pocos días después de su ingreso en la clínica.
Arnold Bennett
Este novelista y dramaturgo creyó saber más que nadie, y acabó pagándolo caro.
En 1931 en París se creía que el agua estaba contaminada por tifus, y Bennet, en un alarde de superioridad, decidió beberla para demostrar que el pueblo no tenía razón.
A los pocos días murió de tifus.
Papa Adriano IV
No pocas son las personas que han terminado con un insecto en la boca por pintorescas razones, pero ¿morir a causa de ello?
Según afirma Gregorio Doval, autor de El libro de los hechos insólitos, mientras el Papa paseaba, se le metió una mosca en la boca, quedándose alojada en su garganta.
Por más que lo intentaron, nada se pudo hacer y murió asfixiado de la forma más tonta.
Tycho Brahe
Este famoso astrónomo del siglo XVI falleció por no orinar después de beber en exceso durante una cena. Brahe evitó levantarse por cortesía con el resto de los invitados.
¿El resultado de sus buenos modales?
Graves daños en la vejiga, al punto que le costaron la vida. Otras teorías más recientes plantean que la real causa fue el envenenamiento, pues tras exhumar su cadáver en 2010, se encontraron altas dosis de mercurio en sus huesos y cabellos.
Enrique I de Castilla
La historia suele contar como los reyes morían en el campo de batalla o en su cama por alguna enfermedad tras “largos años de duro reinado”.
Pero Enrique I no corrió esa suerte.
Con tan solo 13 años, sin apenas oler el trono, falleció de una pedrada mientras jugaba con sus amigos.
Arquímedes
Conocido por la popular frase “Dame una palanca y moveré el mundo” y otras muchas teorías sobre física y matemáticas, este gran científico de la Grecia clásica murió a manos de un soldado.
Estaba estudiando un problema matemático cuando un soldado le ordenó ir a ver al general romano. El sabio hizo caso omiso al soldado y le dijo que primero debía resolver el problema que tenía ante él.
El soldado, iracundo, lo asesinó con su espada.
Jean Baptiste Lully
El peso de la batuta de este compositor francés pudo con él, literalmente.
La pesada barra de hierro que portaba para marcar el compás en la orquesta cayó en su pie.
Tiempo después murió por la gangrena.
Francis Bacon
Este célebre filósofo, abogado y escritor inglés murió por curioso.
Intentaba comprobar si el frío era bueno para la conservación de los alimentos, y salió a la nieve a enterrar un pollo con la mala suerte de contraer una neumonía, que poco tiempo después acabaría con su vida.
Agatocles
Agátocles fue un siciliano, hombre no sólo de condición oscura sino baja y abyecta, que llegó a ser rey de Siracusa.
También llamado “el tirano de Siracusa”, este político y militar griego tuvo una muerte un tanto absurda.
Tras una comida, se atragantó al utilizar un palillo y falleció.
Esquilo
El famoso dramaturgo de origen griego, figura indispensable de la tragedia clásica sería el protagonista de una muerte más bien digna de una comedia.
Su vida acabó cuando una tortuga cayó de las garras de un águila y le golpeó la cabeza.
Alejandro I de Grecia
Tuvo un reinado muy poco fructífero y, por si fuera poco, su muerte tampoco fue digna de un gran rey.
Un mono que tenía de mascota lo mordió y lo contagió de rabia, lo que a la postre le provocó una infección grave que acabó con su vida.
Maximiliano de Austria
Todo en exceso hace daño, dice un refrán popular… La sabiduría del pueblo se aplica justamente al caso de este emperador germánico romano.
El rey Maximiliano de Austria (1459-1519) padre de Felipe El Hermoso y suegro de Juana La Loca, murió en 1519 de una indigestión de melones.
Este rey tan previsor, fue enterrado en el un ataúd que desde hacía años llevaba siempre consigo.
Allan Pinkerton
Fue el fundador de la primera agencia de detectives del mundo, la Agencia Pikerton, pero hasta los más astutos tienen sus momentos tontos.
Resbaló mientras caminaba y se mordió fuertemente la lengua, lo que al poco tiempo le provocó una gangrena que puso fin a sus días.
Isadora Duncan
Fue una gran bailarina estadounidense, pero su estrella le duró poco.
Al subir a su coche, se le enredó la bufanda que llevaba en la rueda y murió estrangulada a los 50 años.
Fuente: Muy Historia