por Bassem Tamimi (*).
La semana pasada, Ahaed Tamimi de 16 años de edad, dio una bofetada a un soldado armado que minutos antes había herido a uno de sus primos y había penetrado violentamente en su casa. Desde aquel entonces la joven está presa junto con su madre y su prima. Esta es la carta que su padre publicó este fin de semana.
Esta noche también, como todas las noches desde que los soldados israelíes entraron en mi casa en medio de la noche, mi esposa Nariman, mi hija de 16 años Ahaed y su prima Nur, la pasarán encarceladas en una celda militar. A pesar de ser la primera vez que Ahaed entra en prisión, la cárcel no es para ella ninguna novedad.
Toda su vida ha vivido bajo la sombra sofocante de las cárceles israelíes, ya sea por las ocasiones en que yo mismo, su madre, hermanos o amigos hemos sido arrestados, para no hablar de la amenaza constante personificada por los soldados siempre presentes en nuestra aldea. Por eso, su arresto era solo cuestión de tiempo. Una tragedia inevitable que puede ocurrir en cualquier momento.
Hace un par de meses, en una visita a Sudáfrica, presentamos un video sobre el sufrimiento de nuestra aldea, Nevi Salaj, bajo la ocupación militar israelí. Cuando encendieron las luces, Ahaed se levantó para dar las gracias al público y, cuando observó que algunos de los presentes tenían lágrimas en los ojos, se dirigió a ellos diciéndoles:
«Por cierto, nosotros somos víctimas de la ocupación, pero estamos orgullosos de haber elegido la lucha como camino, a pesar del precio que sabemos de antemano que tendremos que pagar.
Sabemos a dónde conducirá este camino. Pero nuestra identidad, nacional y personal, está comprometida con la lucha. Más allá del sufrimiento y de la opresión cotidianas, mas allá de los muertos y heridos, somos conscientes de la fuerza que nos inspira pertenecer al movimiento de resistencia a la ocupación.
Somos conscientes de la fuerza que emana de la decisión de romper las paredes invisibles de la pasividad. No quiero que me miren como víctima, como tampoco permitiré que las acciones de los soldados definan mi identidad.Yo elijo mi forma de ser, mi identidad propia. No quisiera que apoyasen nuestra lucha movidos por algunas fotos, por muy atractivas que sean, sino porque nuestra lucha es la lucha por la justicia. Solo de esta manera podremos algún día dejar de llorar»
Cuando la semana pasada desafíó a soldados armados de pies a la cabeza, después de que Muhamad Tamimi, de 15 años, fuera gravemente herido a escasos metros de donde se encontraba, no reaccionó por indignación, ni tampoco por la forma provocativa en la que penetraron en nuestra casa. No. Ella ya esta acostumbrada a que los soldados nos persigan desde que nació.
Ahaed reaccionó así porque esa es la única forma que nos queda de reaccionar, porque la libertad no es un concepto abstracto y, a pesar de que el precio es caro, estamos dispuestos a pagarlo.
Mi hija tiene solo 16 años. En un mundo diferente, vuestro mundo por ejemplo, hubiera optado por una causa diferente.
En nuestro mundo, Ahaed es la representante de una nueva generación de jóvenes luchadores por la liberación. Esta joven generación se ve obligada a combatir en dos frentes: contra el colonialismo Israelí en que nacimos y contra el cual lucharemos hasta su desaparición y, por otro lado, contra la parálisis política de la autoridad palestina.
Ellos abrirán el camino que nos redimirá del insomnio de nuestros dirigentes.
Ahaed es una más de tantas mujeres jóvenes que dirigirán en los próximos años la resistencia a la ocupación israelí. No busca protagonismo, sino un cambio radical de la realidad en la que vive el pueblo palestino. No es producto de ningún partido político o de alguna de las viejas organizaciones. Su forma de actuar transmite un mensaje claro al pueblo palestino: es hora de enfrentar abiertamente nuestras debilidades y vencer nuestros miedos.
Frente a esta situación, mi deber y el deber de la gente de mi generación es abrirles camino. Debemos evitar encasillarlos en esquemas caducos y en las ideologías en las que nos criamos.
Ahaed, no hay padre en el mundo que quiera ver a su hija encarcelada. A pesar de ello, Ahaed, no hay en el mundo un padre más orgulloso de su hija que yo.
Tu coraje y el de tus amigos triunfará. Tu acción llena nuestro corazón de lágrimas, pero quiero que sepas que no son lágrimas de dolor sino de orgullo y lucha.
(*) Activista palestino contra la ocupación israelí.
Fuente: Haaretz