Roger Federer sigue sumando épica a su extraordinario regreso al tour, otra vez frente a su clásico rival: después de conquistar Australia e Indian Wells, el suizo venció a Rafael Nadal por 6-3 y 6-4 en una hora y 34 minutos de juego y se coronó campeón también en el Abierto de Miami.
En condiciones climáticas casi insoportables, con 28º grados de calor y una humedad del 82%, Federer no dio pruebas de sus 35 años ni del desgaste de haber sumado casi diez horas durante el torneo. Nadal creció con respecto a su nivel en Indian Wells, pero Federer fue otra vez implacable y brilló sobre el cemento del Crandon Park para hilvanar su cuarto triunfo consecutivo frente al manacorí en una rivalidad cuya diferencia en favor del español sigue acortándose: el español ahora aventaja al suizo por 23 a 14.
El primer set fue parejo y de altísimo vuelo. Ambos tuvieron varias chances de quiebre pero fue Federer el que concretó en el octavo game para quedarse con el servicio del español y cerrar el set con su saque. En el segundo parcial, y si bien Nadal debió multiplicar esfuerzos para sostener su servicio, otra vez llegaron emparejados a la instancia decisiva hasta que el suizo volvió a quebrar en el momento justo: Federer asestó un golpe de nocaut en el noveno juego y volvió a sellar el resultado con su saque.
Con los tres títulos en lel bolsillo, Federer completó su retorno en una forma que sorprende hasta a él mismo y descansará hasta la gira de polvo de ladrillo, en donde Nadal intentará de una vez por todas ganarle en un 2017 en el que la leyenda suiza parece invencible.
Nadal encontrará consuelo, después de perder contra Federer por 6-3 y 6-4 en una hora y 35 minutos en la final de Cayo Vizcaíno, en que su nivel de tenis ha subido notablemente en 2017, que es su tercera final del año igualando las del curso pasado y que la temporada de tierra es esperanzadora, pero seguro que no será suficiente.
Con 35 años, un nuevo -viejo- monstruo amenaza al español. Es uno que empezó su decimoséptima temporada y ya es capaz de engullir a todos a su paso.
El ritmo del partido no fue de los que animan a los ocasionales a acercarse al tenis. Puede que el Federer-Nadal nos tenga demasiado acostumbrados al espectáculo, pero la 23ª final entre ambos no pasará a la historia. A ritmo lento, cansino, los dos parecían faltos de chispa. Y ahí, cuando Nadal no es capaz de agitar el partido, acaba imponiéndose el talento de Federer. La sensación después de la final es que se lo puso demasiado fácil. Sus errores no forzados, 23 por apenas 15 winners, fueron demasiados.
Ni a la quinta final fue la vencida, la segunda vez que su verdugo en Miami es Roger. Allí donde por primera vez venció al manacorí, ha regresado, confirmando que quiere ser eterno, y pocos se atreverán a rebatirle.
«Probablemente no jugaré en tierra batida hasta Roland Garros, necesito un descanso», aprovechó para anunciar aún sobre el cemento. Ni Montecarlo, ni Roma, ni tampoco Madrid. Mala suerte. Dosificar sus apariciones le está dando el mejor resultado posible. «He vuelto a ver a aquel niño que en 2004 nos sorprendió a todos, a mí el primero. Estoy seguro de que los resultados llegarán, celebrará muchos éxitos esta temporada», cerró Federer. «Si juega a este nivel todo el año, será número uno», admitió el subcampeón, finalista cada tres años desde 2005. Aún le queda camino, porque es cuarto, seguido inmediatamente por el español. «Siempre estoy aquí con el trofeo pequeño. Eso quiere decir que lo seguiré intentado», continuó en ceremonia posterior al choque, para después felicitar al contrario por «uno de los mejores regresos de la historia».
El partido
Sin miedo a la precipitación, puede asegurarse que quien más tenía que perder en la pista central era Rafa, por la presión de una quinta final y la posibilidad del suizo de perpetuar su dominio en el clásico. La humedad, cercana al 75% en Cayo Vizcaíno, y la tensión a ambos lados de la red, provocaban que la raqueta se deslizara peligrosamente entre los dedos.
Además, el precedente de Indian Wells, donde el diestro apabulló, estaba lo suficientemente cerca en el tiempo como para valorar la hipótesis de que el ganador entonces podía jugar al mismo nivel. Pero no tuvo nada que ver. En un primer set disputado, en casi todos los turnos de saque concedieron ambos oportunidades de break.
Fue Federer quien salvó las dos primeras opciones de rotura, en un inicio de película cuyo director parecía haber entregado a cada finalista el guión del otro. El suizo, agresivo, luchaba para levantar las dos bolas de break, mientras que Nadal firmaba con comodidad su servicio gracias a sus buenos saques. En casi todos los turnos del primer parcial, la rotura aparecía, puntual. Incluso por partida doble a ambos lados, pero los dos seguían empatados.
Pronto se vio al balear en su versión menos agresiva, algo preocupante cuando enfrente está el ganador de 18 grandes. Pese a que Rafa se pudo ver por delante en varios momentos, hasta la mala suerte le visitó, con una bola de Federer que besó la cinta y cruzó al lado del mallorquín, evitando que comandara en el set. Justo después, Roger rompió y ató el parcial.
El inicio de la segunda manga no era halagüeño. El reciente campeón en Australia firmó tres turnos consecutivos al saque en blanco, sin que Nadal le hiciera siquiera cosquillas. Éste, sin embargo, seguía bloqueado, pesado y sin capacidad de reacción. Un mal partido. Fue capaz de salvar dos bolas de brea con 3-3, lo que pudo ser el subidón de adrenalina que avivaría la final, pero poco después el suizo volvió a repetir lo del primer set, quebrando y cerrando su tercer título en Cayo Vizcaíno.
Pareció que quien llevaba más minutos en las piernas era el español, y no al revés. El 26º trofeo de Federer se hizo realidad, y convertido en el ganador más veterano de la historia en Miami, su 2017 asusta a cualquiera. También a Nadal.