El 14 de febrero de 1879 es un día muy negro en nuestra historia. En esa fecha, doscientos soldados chilenos, al mando del coronel Emilio Sotomayor, invadieron suelo boliviano, ocupando Antofagasta. Igual que un ejército imperialista. ¿Cuál fue el objetivo de tan reprobable y prepotente operación? Impedir un remate.
Una nueva versión del patito feo
El 11 de noviembre de 1843 fue publicado por primera vez el famoso cuento “El Patito Feo”, del escritor danés Hans Christian Andersen.
En América del Sur tuvo lugar una nueva versión de ese bello relato.
Durante años, el desierto de Atacama –al sur de Bolivia y al norte de Chile- fue despreciado por ambos países.
Pero todo comenzó a cambiar en 1866, cuando el explorador chileno José Santos Ossa descubrió salitre en el Salar del Carmen en territorio boliviano y luego se encontraron nuevos yacimientos del “oro blanco”.
Entonces el desierto -o desolado de Atacama, como también se le llamaba- no fue más un patito feo.
Se transformó en un hermoso cisne blanco, ambicionado por todos.
Comenzaron las discusiones sobre la frontera.
El primer tratado de límites entre Chile y Bolivia, firmado en 1866, fijó como frontera el paralelo 24º latitud sur y dejó una zona compartida entre ambos países, el territorio comprendido entre los paralelos 23 y 25.
Chile y Bolivia se repartirían por partes iguales las riquezas que se produjeran en esa franja.
En 1874 se suscribió un segundo tratado, que mantuvo la frontera en el paralelo 24, eliminándose la zona compartida. En compensación, Bolivia se comprometió a no alzar durante 25 años los impuestos “a las personas, industrias y capitales chilenos”.
Chilenos explotan salitre boliviano
En Antofagasta, territorio boliviano, se instaló la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, de capitales chilenos, que el 1º de Mayo de 1872 inició las exportaciones del “oro blanco” a Europa.
Más al norte, Perú puso en vigencia, con fecha 28 de marzo de 1875, una ley mediante la cual expropió las oficinas salitreras de Tarapacá, pagando a sus antiguos propietarios con certificados.
En 1876 el Presidente boliviano Tomás Frías fue derrocado por un golpe militar, encabezado por el general patriota Hilarión Daza.
Este gravó con un impuesto de 10 centavos cada quintal de salitre exportado desde territorio boliviano. La justa medida adoptada por el Gobierno de Daza fue rechazada por la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta.
Se negó a cancelar el impuesto. Entonces Daza ordenó el embargo y el remate de esa empresa.
Defendiendo capitalistas
El Gobierno chileno, presidido por el conservador Aníbal Pinto Garmendia (1876-1881), salió en defensa de los capitalistas connacionales. Rompió relaciones con Bolivia y el 14 de febrero de 1879, día señalado para el remate, tropas chilenas invadieron el suelo boliviano.
Ocuparon Antofagasta, para impedir la subasta de los bienes de una empresa capitalista que explotaba el llamado “oro blanco” en territorio extranjero.
Ante este atropello a su soberanía, Bolivia declaró la guerra a Chile el 1º de marzo. Otro tanto hizo Perú, que había firmado un pacto con Bolivia.
El 5 de abril, Chile declaró la guerra a los aliados. Comenzó la conflagración con triunfos de las tropas chilenas, que hacia fines de 1879 habían conquistado la región de Tarapacá.
Y el salitre cayó en manos británicas
El 10 de julio de 1883 se libró en Huamachuco, el último combate de una guerra en que murieron 23 mil soldados bolivianos, chilenos y peruanos. Chile conquistó dos provincias, Tarapacá y Antofagasta, pero el salitre, razón y motivo del conflicto, pasó en su mayor parte a manos de capitalistas británicos, como John Thomas North, Robert Harvey y la Casa Gibbs.
Fue así como el imperialismo inglés clavó su lanza en Chile.
Profunda visión internacionalista del conflicto bélico iniciado en 1879
En su Conferencia “Ricos y pobres a través de un siglo de vida republicana”, dictada en Rengo el 3 de septiembre de 1910, Luis Emilio Recabarren, ajeno a todo chovinismo, señaló:
“La clase capitalista, o burguesa como la llamamos, ha hecho evidentes progresos a partir de los últimos cincuenta años, pero muy notablemente después de la guerra de conquista de 1879 en que la clase gobernante de Chile anexó la región salitrera”. (1)
Nuestra historia oficial denomina esta conflagración como Guerra del 79 o Guerra del Pacífico. Historiadores alemanes la llaman Salpeterkrieg (Guerra del Salitre). Y es el nombre adecuado.
Mar para Bolivia
Cuando se cumplen 138 años de esa invasión llevada a cado por la burguesía chilena, a través de un ejército –que una vez más jugó el rol de sirviente de los grandes patrones- los patriotas chilenos, siguiendo el ejemplo internacionalista de Luis Emilio Recabarren, alzamos nuestras voces para proclamar:
¡Mar para Bolivia!
¡VIVA LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL!
(*) Historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER
(1) Luis Emilio Recabarren: “Ricos y pobres”, en “Luis Emilio Recabarren. Obras”. Casa de Las Américas, 1976, páginas 61.
El 14 de Febrero de 1879
Juan Enrique Pimentel
En este tema parece que hay versiones para todos los gustos. Nosotros nos quedamos con aquella que plantea que el gobierno de Bolivia rompió el Tratado de 1866 al aplicar un impuesto adicional a la exportación de salitre elaborado por una empresa formada por capitales chilenos y británicos en Valparaíso, Chile.
No es despreciable, además, el hecho que el gobierno de Santiago estaba en conocimiento del Pacto Secreto (Tratado Riva Agüero-Benavente) suscrito entre Bolivia y Perú en 1873, cosa que resultó fatal para este último.
Antofagasta fue poblada mayoritariamente por chilenos, eso lo certifica el censo boliviano, y explica que tras la toma de la ciudad hubiesen tantos voluntarios locales, que se formó un batallón con el nombre de la ciudad.
Acá no hay chauvinismo (el poner etiquetas es una forma de descartar el análisis objetivo) – esos hechos ocurrieron en el siglo XIX, en una época en que era considerado aceptable que los conflictos entre países se resolvieran por la fuerza y que tras una guerra, los vencedores reclamasen indemnizaciones territoriales (Alsacia, el Sarre, Lorena, Cuba, etc.).
También, en tiempos de mi abuelo, se le daba connotación sexual al hecho que los hombres fisgoneaban a las mujeres para verles los tobillos.
Por lo tanto, no debemos sorprendernos y menos rasgar vestiduras por esto, sobre todo si consideramos que aún en tiempos recientes, hubo modificaciones de fronteras – las que se hicieron tras la II Guerra Mundial (1939-1945) – sobre todo en Europa del Este, cosa que nunca ha sido causa de reclamaciones ante La Haya.
Tras el desembarco chileno, en lugar de iniciar negociaciones, Bolivia simplemente declaró la guerra, con lo cual obligó al Perú a entrar a un conflicto… gratuitamente.
Perú, que es el país que realmente perdió esa guerra, jamás ha reclamado por la pérdida de Tarapacá.
Por otra parte, Bolivia jamás ha pretendido recuperar territorios que ahora son peruanos, brasileños, paraguayos y argentinos.
De un total de más de 1 millón doscientos cincuenta mil Km², perdidos, menos del 9,5% quedó en manos chilenas:
Año Km² %
Brasil 1860-1958 490.430 38,76%
Perú 1909 250.000 19,76%
Paraguay 1935 234.000 18,50%
Argentina 1897 170.758 13,50%
Chile 1879 120.000 9,48%
Total 1.265.188
Evo Morales junto con no demandar a Brasil o al Perú, tampoco ha puesto un peso en Bolivia Mar, una faja de costa cedida por Perú para que tengan salida al mar (sin soberanía, claro está). Bolivia Mar existe desde 1992 (Paz Zamora-Fujimori).
Tras 25 años allí no hay nada, excepto un monumento que de lejos semeja un radar; de los hoteles, un puerto, una sede de la escuela naval boliviana….no hay la menor seña.
Nuestra versión es que la consigna «Mar para Bolivia» políticamente vende tanto como vestir un delantal blanco, como dijo alguna vez nuestra presidenta. También vende el colocar tropas en la frontera (Silala), hacer incursiones aéreas sobre territorio chileno (provocaciones que son captadas acá en el radar de Cerro Moreno), legalizar la posesión de vehículos robados acá y en Iquique (en Bolivia les llaman «autos chutos»), etc.
Nuestra visión regional apunta a la profundización de la integración de intereses económicos con Bolivia, Paraguay, el sur del Perú y el Noroeste de Argentina.
En ese contexto los bolivianos tienen garantías que ningún país mediterráneo tiene en países vecinos (Suiza, Austria, Paraguay), y nosotros tenemos toda la infraestructura para dar salida al Pacífico a los productos de nuestros vecinos.
No hay que ser muy habiloso para entender las ventajas que esta relación tendría para todas las partes que podrían involucrarse.
Hay esperanzas: El año pasado se recuperó y puso en operaciones el FFCC Antofagasta-Salta, el FFCC de Antofagasta a La Paz sigue operando como siempre (esta empresa nació de la vieja Cía, de Salitres), tenemos vuelos comerciales permanentes Iquique-La Paz-Santa Cruz, con conexiones a Cuzco, Asunción y Montevideo.
Algo Más sobre el 14 de Febrero de 1879
Iván Ljubetic V.
El señor Pimentel inicia su trabajo sosteniendo: «Para este tema parece que hay versiones para todos los gustos»
A esta afirmación respondo:
Los hechos históricos son objetivos. Ocurren como acontecen, de una sola manera. Pero la interpretación de esos hechos es siempre subjetiva.
Depende de quien los observa, analiza, narra y explica. Y este espectador no es imparcial. Los interpreta según su forma de pensar, según su ideología la, que a su vez, está determinada por los intereses de la clase social que, consciente o inconscientemente, representa.
Lenin en su escrito “Las tres fuentes y las tres partes integrantes del marxismo” sostiene: “En una sociedad erigida sobre la lucha de clases no puede haber una ciencia social ‘imparcial’”
Por lo tanto, existe una interpretación “burguesa” de la historia que representa los intereses de las clases dominantes.
Existe la “otra historia”. La que representa los intereses del pueblo, de los trabajadores. Es el materialismo histórico.
No puede haber sobre un hecho histórico «versiones para todos los gustos». Porque, dejando de lado los “adornos” (matices o detalles), existen sólo dos posibles versiones o interpretaciones. Unas defendiendo los intereses de la burguesía; otras, representando los intereses de los trabajadores.
El trabajo del señor Pimentel es un claro intento de justificar la inmoral acción de la burguesía chilena. Habla del tratado de 1866 que el nuevo gobierno patriota boliviano no aceptó. (En Chile Allende y el Congreso no habrían podido nacionalizar el cobre si hubieran respetado los amarres que le dejó el Gobierno de Frei Montalva).
También justifica la invasión de Antofagasta porque esta ciudad tenía una población mayoritariamente chilena.
Justifica la guerra de conquista sobre Bolivia y Perú comparándola con las guerras de rapiña que llevaron a cabo países capitalistas europeos por esos tiempos en que surgía el imperialismo.
El señor Pimentel sostiene que «tras el desembarco chileno, Bolivia simplemente declaró la guerra». ¿Qué otra cosa podía hacer tras ser violada su soberanía territorial?
Al final de su trabajo, el señor Pimentel demuestra claramente la verdadera razón de la defensa de la invasión chilena en territorio boliviano. Se lanza contra la entrega de mar a Bolivia y ataca -naturalmente a Evo Morales.
Puede resultar interesante esta otra visión de lo ocurrido el 14 de febrero de 1879, pero es sin duda, una versión al gusto de la burguesía.