Hace muy poco en estas mismas páginas escribimos algunas líneas intentando caracterizar a la derecha chilena de nuestro tiempo y citábamos ejemplos tales como el avance del proceso en contra del diputado de Renovación Nacional Rosauro Martínez por los crímenes de Neltume.
Pasaron sólo unos días y se produjeron otros casos que dan cuenta del carácter profundamente antidemocrático y con repetidos sesgos de corrupción que caracteriza a los partidos políticos de la derecha nacional.
Vale la pena insistir en ello cuando se aprestan a levantar de nueva cuenta la candidatura presidencial de quien les representa muy bien: Sebastián Piñera, que tanto por su ambición de dinero sin medida, su oscuro paso por tribunales por el delito de estafa al Banco de Talca, los episodios de Citicorp y otros, así como por su proverbial falta de cultura, es el indicado para representar a un conglomerado político de características similares a las de su líder.
Lo del Banco de Talca es de conocimiento público. Eran años de la dictadura cuando Sebastián Piñera, junto a Carlos Massad por entonces presidente de esa entidad bancaria, fue encargado reo y se decretó su detención por los delitos de estafa y apropiación indebida perpetrados en contra de esa entidad bancaria en la que él mismo era alto directivo. Estaban en juego algunos cientos de millones de dólares.
La resolución del Ministro Luis Correa Bulo, a cargo del sumario, fue ratificada por la Corte de Apelaciones. Desde agosto de 1982, el sujeto permaneció prófugo y oculto, algunos dicen que en una determinada embajada.
Como consta en el expediente judicial respectivo, fojas 533, cuando los policías buscaban al prófugo en su casa, la cónyuge y hoy ex primera dama Cecilia Morel, respondió que sabía de la orden de detención pero que no sabía dónde se encontraba el fugado pues el mismo día de la resolución judicial “ él se fue de la casa, sin siquiera despedirse…”.
Mientras tanto sus cómplices y socios de Piñera, Miguel Calaf y Alberto Dianoni, permanecían presos en la hoy desaparecida cárcel de lujo llamada “Capuchinos”.
El reo y prófugo presentó entonces un recurso de amparo, que fue rechazado categóricamente por la Corte de Apelaciones, pero le salva luego un “supremazo” del máximo tribunal, como sabemos adicto a la dictadura, que le salvó de la cárcel mientras sus socios eran condenados a 3 años de prisión.
Por esos mismos años se ubica el oscuro episodio – nunca bien aclarado – de su relación con el empresario y golpista Ricardo Claro en el tema de las tarjetas de crédito.
Todo lo cual es sin olvidar su paso por Citicorp y las jugadas maestras de sus empresas, entre ellas “Santa Cecilia” e “Inversiones Las Condes” en las que con su socio, Juan Bilbao, realizaron diversas operaciones en el marco del proceso privatizador de la dictadura, léase compra de acciones en la Compañía de Aceros del Pacífico, CAP, o en la empresa Copec.
Lo que se tradujo en sanciones por compras ilegales, venta de acciones a su custodia, información privilegiada, etc, etc.
Tampoco debe olvdarse el llamado “ Piñeragate” en 1992 cuando se da a conocer por su ex amigo Ricardo Claro – por entonces entre otras cosas dueño de Megavisión – la grabación de la conversación privada de Piñera con su amigo Pablo Díaz para afectar a su contraparte, Evelyn Matthei, en un debate televisivo.
Más tarde, en 2007 vendría la multa de la Superintendencia de Valores y Seguros por la suma de 363 millones por adquisición de acciones con información privilegiada. En el 2015 sus problemas por Chilevisión y en el 2016 una investigación por supuestas coimas en LAN. La lista no es breve.
Por cierto su caso no es un caso aislado ni mucho menos. Es el signo de la derecha.
Publicaciones más recientes dan cuenta de los correos electrónicos que, en el 2014, intercambiaron la senadora y actual jefe máxima de la UDI doña Jacqueline Van Rysselberghe con Luis Felipe Moncada, presidente de la Asociación de pesqueras industriales de la Octava Región (Asipes).
La información demuestra que la senadora y mandamás de la UDI siguió órdenes y se puso a disposición del dirigente de ese poderoso gremio empresarial para influir, redactar y atrasar la tramitación de una ley que afectaba los intereses de ese sector en esa región. Su nombre se unía así a los de Pablo Longueira, Jovino Novoa, Jaime Orpis, y Ena von Baer.Todos ellos además cercanos colaboradores del gobierno de Sebastián Piñera.
Pero la señora no se replegó ; al contrario, en una entrevista de prensa muy reciente dijo que su accionar no tenía nada de irregular.
“Si Luis Felipe era y es mi amigo, ¿en qué otra persona más podía confiar?”
El drama de los incendios ha sido un transitorio salvavidas noticioso para la conducta de la jefa de la UDI y militante del Opus Dei. Agregó además que es probable que–aunque no lo recuerda bien- se haya juntado también con miembros de la industria de las Isapres. ¡Vaya personaje!
En fin, sería ésta una nota demasiado extensa si agregáramos todos los episodios protagonizados por reconocidos personeros del conservadurismo criollo. Por citar sólo unos pocos, al menos no olvidemos los nombres de Eugenio Lavín, Carlos Alberto Délano, Pablo Wagner, Ivan Moreira, Hugo Bravo, Marcos Castro Ivan Alvarez, Manuel Antonio Tocornal, Gustavo Hasbún, Rodrigo Delgado, Matías Huerta, Pedro Pablo Alvarez, todos ellos ya sea desde su posición de empresarios, asesores, parlamentarios o alcaldes han ocupado páginas de la prensa nacional durante buen tiempo y no precisamente por sus éxitos deportivos sino por su reprochable participación en diversos actos ilícitos.
Se equivocó Hernan Larraín cuando el año pasado, tras la crisis de Penta, sostuvo que se iniciaba con la Rysemberghe un nuevo período en la UDI. “Esto marca un antes y un después”, acotó.
Uso de la violencia y enriquecimiento a toda costa. Lamentablemente, en la derecha chilena todo es más de lo mismo. No fue precisamente en bien del pueblo sino de sus bolsillos que impulsaron el sangriento golpe de septiembre de 1973.
A no olvidarlo jamás.
Fuente: Clarín