La fábula de Pablo Larraín que ha titulado “Neruda”, no tiene nada que ver con el poeta. Absolutamente nada. Larraín ha usado el nombre del gran poeta chileno, solo con fines publicitarios. Esto es algo que ya lo habíamos visto antes.
El nombre de Neruda, ha sido utilizado, para promover la venta de poleras, vino tinto, chocolates y otros artículos por la Fundación que lleva su nombre. También la Fundación autorizó usar el nombre de Neruda para una cadena de hoteles.
Y ahora Larraín ha usado el nombre del poeta para vender su insolente fábula. Corresponde a lo que el escritor Mario Casasús llama el “asesinato de imagen” de Neruda, “es decir, una traición al legado ético, literario y político del poeta” . (1)
Para el público extranjero que no sabe de la historia de Chile y no conoce el gran legado histórico de Neruda no solo como el gran poeta sino como el luchador por la justicia social, el humanitario, el político, la fábula al estilo hollywoodense de Larraín puede parecer interesante o más bien exótica, pero para los que tuvimos la fortuna de conocer al poeta y sabemos de su compromiso irrenunciable con las luchas sociales, esta fábula no es sino un insulto gratuito a su memoria histórica.
Larraín utiliza pequeños fragmentos históricos de la época en que Neruda fue perseguido por la dictadura de González Videla, para enhebrar una embrollada trama con personajes tan caricaturescos que rayan en la comicidad.
El personaje que lleva el nombre de Neruda es un borracho grosero, prepotente que deambula por casas de prostitución con enfermiza insistencia.
El acartonado personaje del policía que persigue a Neruda, Óscar Peluchonneau, aparte de ser de ficción, es de una falsedad que va más allá de la caricatura y cualquier dejo de suspenso en la persecución de Neruda se desvanece en un guion confuso y a veces irritante.
Y es que el guion de Guillermo Calderón, un dramaturgo chileno que vive en Nueva York, trata desesperadamente de mantener algún hilo coherente en la confusa trama, en donde se mezcla un dialogo más bien teatral con el guion cinematográfico.
Es decir no es lo uno ni lo otro. Pero la dramaturgia teatral es muy diferente del guion cinematográfico. Son dos cosas distintas.
La extraordinaria fuerza del gran poema épico «Canto General» que Neruda escribió en la clandestinidad y “con el peligro a la vuelta de la esquina”, con sus 15 secciones y 231 poemas es denigrado y empequeñecido en un afán que no puede ser sino calificado como anti nerudiano.
Hay solo muy breves referencias al poema, como de pasada, en medio de escenas que nada tienen que ver con el heroico esfuerzo del poeta para escribir esta monumental obra.
El profesor Keith Ellis de la Universidad de Toronto escribió que Neruda “utilizó su copioso lenguaje y conocimiento enciclopédico para demostrar el heroico parentesco de la poesía con la naturaleza, con la búsqueda del progreso humano y la justicia social”.
Ese es el Neruda que no aparece por ningún lado en la fábula de Larraín.
(*) Ingeniero, autor de la obra “Un Hombre Llamado Pablo”