sábado, noviembre 23, 2024
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Pinochet e Insulza: Una Ayuda Memoria

Insulza fue uno de los principales estrategas y el más importante en el discurso público en favor de la liberación de Pinochet y de su regreso a Chile. Nadie puede discutir que en los hechos fue un defensor de su impunidad y, por ello, me atrevo a decir que vistió dos sombreros: el de demócrata y el defensor de Pinochet y de su impunidad.

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Los hechos: en octubre de 1998 Augusto Pinochet fue arrestado en Londres por presunta implicancia en delitos de genocidio, tortura y desaparición de personas, lo que fue calificado como terrorismo de Estado por el juez español que solicitó su detención. El arresto duró hasta comienzos de marzo del año 2000 y ocurrió durante el Gobierno de Eduardo Frei.

El entonces ministro de Relaciones Exteriores –José Miguel Insulza– se convirtió en el principal abogado de su liberación y de la idea de que debía ser juzgado en Chile, lo que nunca realmente ocurrió (gracias a argucias de problemas de salud e incapacidad mental jamás fehacientemente comprobados).

A su regreso se inició un proceso del que fue sobreseído. A diferencia del general Videla de Argentina, el ex dictador no pasó ni un solo día en una cárcel chilena. Insulza fue el principal gestor de esta estrategia que en los hechos significó una defensa de la impunidad del dictador.

Cuando Pinochet fue detenido en Londres, ya existían innumerables evidencias de los crímenes y atrocidades cometidos bajo su mandato, pero no solo eso, también de sus cuentas en bancos de Suiza y Luxemburgo, vale decir, evidencias de enriquecimiento ilícito, lo que años más tarde se comprobaría con creces con sus cuentas secretas en el Banco norteamericano Riggs.

En el momento de su detención en Londres, en circunstancias que el Gobierno chileno alegaba razones humanitarias para su liberación y retorno al país, los gobiernos de Alemania, España, Francia y Bélgica y también el Comité contra la tortura de la Unesco rechazaban su inmunidad diplomática y aprobaban su procesamiento.

Reflexión a partir de estos hechos:

1. La detención en Londres revela una gran debilidad de la Concertación y del Ejecutivo de la época. En tiempos del Presidente Aylwin resultaba razonable cuidar la estrategia con que se había logrado el cambio de Gobierno. Pero casi una década después del triunfo del No, resultaba incomprensible, y la detención de Pinochet en Londres y el no juzgamiento en Chile devienen a la postre una vergüenza para nuestro país.

2. Insulza fue uno de los principales estrategas y el más importante en el discurso público en favor de la liberación de Pinochet y de su regreso a Chile. Nadie puede discutir que en los hechos fue un defensor de su impunidad y, por ello, me atrevo a decir que vistió dos sombreros: el de demócrata y el defensor de Pinochet y de su impunidad.

3. La debilidad de la Concertación persiste en alguna medida hasta el día de hoy. Resulta, por ejemplo, incomprensible que la Presidenta de la República (a la que le debemos en parte el Museo de los Derechos Humanos) viaje a Valparaíso a despedir a la Esmeralda, y que el grupo que apoyaba con pancartas la causa del sacerdote inglés Miguel Woodward (quien falleció al interior del buque producto de torturas, tal como fue establecido por la ministra de la Corte Apelaciones de Valparaíso, Elena Quezada), resulta incomprensible –decíamos– que la Presidenta que sufrió en carne propia el mismo drama vivido por la hermana del sacerdote (que se encontraba entre los que se manifestaron) no hubiese aprovechado la ocasión para hacer un gesto, una mención o al menos un saludo a la referida hermana.

La Marina, gestora del golpe y muy activa en las violaciones que continuaron, glorifica con una estatua y con una sala especial en el Museo Naval de Valparaíso al almirante José Toribio Merino. Es la rama de las Fuerzas Armadas que jamás ha reconocido ni un ápice los actos de genocidio en los que incurrió.

4. Soy partidario de la reconciliación, creo que es un asunto político importante y que tarde o temprano debe abordarse, no podemos seguir eternamente anclados en el pasado. Pero la reconciliación requiere que la verdad sea puesta sobre la mesa. La verdad total y la justicia. Luego sobre esa base podrán considerarse situaciones especiales. Así fue con el programa de Nelson Mandela en Sudáfrica.

Es la única forma de avanzar. Y una parte de esa verdad total –a la que aspiramos– es que la Concertación e incluso en algunos aspectos la Nueva Mayoría han sido débiles en una estrategia de largo plazo que propenda a que en el futuro no se repita lo que fue ese pasado dramático.

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Fuente: El Mostrador

 

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