por Manuel Riesco.
Vueltas de la vida. Parece oportuno recordar cómo se gestó el aislamiento del PC en 1989 y al mismo tiempo desear que ninguna fuerza aliada se exponga hoy al mismo destino. Como entonces la única beneficiada sería la derecha.
Desde fines de 1988 los recién formados Concertación (DC, PPD, PS-Arrate, Humanistas y otros) y Partido PAÍS (PC, PS-Almeyda, IC, PR, MIR) habían venido desarrollando una intensa negociación que hacia mediados de 1989 había culminado en el acuerdo de una lista parlamentaria única. Demás está decir que en la misma se impuso al PC la “máxima generosidad”, obligándolo a entregar muchísimos más apoyos que los que comprometía a cambio.
La DC había manifestado desde el primer momento su objeción a una lista conjunta con el PAÍS, alegando la consabida monserga que ello “espantaba la votación de centro”, aunque privadamente reconocían que era una condición impuesta por Pinochet.
Sin embargo, ante la firme actitud de sus aliados a este respecto, había aceptado formar parte de las negociaciones sentada en la misma mesa con los representantes del PAÍS incluido el PC, a lo cual inicialmente se había negado de modo grosero.
Sin embargo, sorpresivamente y a pocos días de inscribirlas la Concertación completa descartó la lista única y propuso un acuerdo de dos “ramales”, así se denominó, en que Concertación y PAÍS irían en listas separadas, pero con omisiones en lugar de los cupos mutuamente acordados en la negociación referida.
El PC rechazó terminantemente esa propuesta señalando que perjudicaba letalmente al PAÍS y beneficiaba a la derecha, como efectivamente sucedió. Sin embargo y al contrario de lo ocurrido hasta entonces, la propuesta fue aceptada en esa ocasión por el PPD, ambas fracciones PS, el PR y la IC, sellando de esa manera el aislamiento del PC, que se vio forzado a concurrir a ella.
Posiblemente, dicho cambio de posición estuvo influenciado por lo que sucedió a continuación, que constituyó una de las maniobras más deleznables del interminable anecdotario de los acuchillamientos políticos nacionales: al filo de la medianoche del 11 de agosto de 1989 y en el recinto del Registro Electoral donde todos los partidos habían concurrido a inscribir sus listas, el PC fue notificado por sus aliados, PS Almeyda, PR e IC, que sus candidatos renunciaron al Partido PAÍS y se trasladaban a la lista de Concertación.
De ese modo, la lista PAÍS quedó reducida a los candidatos PC y MIR, ninguno de los cuales logró ser elegido aunque un par estuvo a punto de lograrlo. En uno de estos casos la Concertación tampoco cumplió el acuerdo de omisiones pactadas y a última hora incluyó una candidatura adicional que logró pocos votos pero suficientes para impedir la elección del candidato PAÍS.
Es necesario resaltar el gesto honroso del fundador y presidente del Partido PAÍS, Luis Maira, quien en todo este proceso había liderado leal y hábilmente los esfuerzos por lograr la unidad de todos los demócratas, y asimismo del entonces candidato a diputado PS-Almeyda, Juan Pablo Letelier.
Ambos rechazaron cambiarse a la lista de la Concertación, aunque ésta les garantizaba una victoria electoral. En lugar de ello, decidieron correr la misma suerte que los restantes candidatos PAÍS arriesgando una derrota más que probable.
Así sucedió efectivamente con la candidatura senatorial de Luis Maira, quien fue derrotado por estrecho margen. Ello ciertamente representó un costo elevadísimo para la proyección de este extraordinario político, ciertamente uno de los más brillantes y el más precoz de la historia del siglo pasado, expresidente de la FECH además.
Volodia Teitelboim, a la sazón secretario general del PC, concurrió a su casa el día siguiente de la elección para manifestarle que el suyo había sido un “gesto de gran política” que los comunistas no olvidarían jamás y llegaría la ocasión de retribuirlo debidamente. Ello todavía está pendiente pero llegará el momento de hacerlo.
Juan Pablo Letelier por su parte, logró la proeza de ser el único candidato electo en la lista del Partido PAÍS, en una gran campaña en que fue apoyado leal y activamente por los comunistas, como también por todos los socialistas, PPD, PR, MIR e IC, tal como sucedió con todos los candidatos de izquierda elegidos en esa oportunidad, que no fueron pocos, y también con el Presidente Aylwin.
Estos sucesos pudieron quizás haber transcurrido de otro modo y haber prosperado la lista única de todas las fuerzas democráticas como deseaban todos los partidos de izquierda.
Ello era posible y de hecho estuvo bastante cerca de lograrse, en cuyo caso la derecha habría quedado reducida a una mínima expresión, víctima de su propia medicina binominal.
Ciertamente conspiró en contra la contumacia excluyente DC así como también la debilidad y oportunismo de los demás partidos de izquierda de la Concertación, con el agravante de su miserable contubernio secreto de abandonar el partido PAÍS en la hora undécima.
Sin embargo, no puede dejar de mencionarse también la falta de flexibilidad táctica de los comunistas, cuya dirección debilitada por pugnas intestinas demoró más de un año en decidir su participación en el plebiscito. Como se sabe, hacer las cosas a tiempo es a veces más importante que la forma en que se hace.
Continuaron insistiendo en la vía del derrocamiento de Pinochet mediante la Rebelión Popular, que fue una estrategia acertada, adoptada por el MIR desde el día del golpe y más tarde promovida e implementada principalmente y con notable visión estratégica global, responsabilidad y eficacia por el PC, junto al MIR y socialistas de Almeyda, y aceptada luego por el conjunto de la resistencia a Pinochet, incluida la DC y otros grupos, aunque en el caso de los últimos fuera con remilgos, “de culo” como dicen los uruguayos.
Sin embargo, dicha estrategia había dejado de ser adecuada en el mismo momento que las protestas empezaron a perder fuerza, lo que quedó en evidencia en 1986 que con razón fue calificado como el “año decisivo” puesto que, tras la protesta del 2 y 3 de julio, el atentado a Pinochet y el descubrimiento del masivo desembarco de armas en Carrizal, la derecha y los EEUU impusieron entonces a Pinochet aceptar a regañadientes el plebiscito.
En los hechos, al no responder a tiempo por los motivos indicados a este evidente viraje en el estado de ánimo de las masas, como se decía entonces, los comunistas repitieron el trágico error estratégico de los socialistas y otros grupos menores en 1973.
Hoy día y en el sentido contrario, la pertinacia de la DC y fracciones de otros partidos de la Nueva Mayoría en desperfilar y obstaculizar las reformas del gobierno de la Presidenta Bachelet, impidiendo con ello que la Nueva Mayoría asuma como se requiere la conducción de una indignación popular en estado de ebullición más que evidente, merece con justicia la calificación de cretinismo que de tal actitud hacía la ciencia política clásica.
De haberse logrado la lista única del PAÍS y Concertación en 1989 la transición a la democracia quizás pudo ser mucho menos conservadora y timorata de lo que ha sido.
Ciertamente se habría movido con la necesaria cautela en el desmantelamiento del Pinochetismo. pero contar con mayorías parlamentarias más que suficientes para reformar la constitución de 1980 ciertamente hubiese ayudado a avanzar con mayor decisión.
En tal caso es posible que muchos problemas se habrían resuelto a tiempo evitando la profunda crisis que hoy vive el sistema político surgido tras la dictadura.
Las cosas fueron como fueron y la historia “contrafactual”, como se denomina, es sólo un ejercicio académico. Sin embargo, precisamente cuando el aislamiento que con graves consecuencias para todos se impuso entonces a los comunistas afecta hoy al partido que lo promovió, recordar las circunstancias en que se gestó lo ocurrido entonces puede ayuda a evitar que vuelva a pasar.