Hay mucha tela que cortar luego de los resultados generales ofrecidos la noche del domingo, por la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE) Tibisay Lucena.
El dato político fundamental de la jornada merece su justa valoración en las primeras de cambio: más de tres meses de asesinatos políticos contra chavistas, asedio económico y social contra la población e inestabilidad programada no pudieron frenar la elección de constituyentistas, como tampoco un alto nivel de participación.
Aritmética política de los resultados: comparaciones
Los resultados al instante descolocaron al antichavismo, quienes desde tempranas horas de la mañana venían anunciando, sin pruebas fidedignas, que la participación rozaría los 2 millones. Rápidamente pusieron en entredicho la alta participación en los comicios, la cual llegó en un primer corte al 41,53% del padrón electoral total, representando 8 millones 89 mil 320 votos.
Esta votación es la segunda más grande de la historia del país y del chavismo, sólo menor por 101 mil 812 votos a la lograda por el presidente Hugo Chávez en las presidenciales de 2012.
Superó por 583 mil 982 votos la elección presidencial de 2013 donde obtuvo la victoria el presidente Nicolás Maduro y en 2 millones 466 mil 476 votos a las obtenidas por el Gran Polo Patriótico en las parlamentarias de 2015, en un contexto de asedio económico y financiero brutal contra la población que dio la victoria a la oposición venezolana.
El CNE que dio los resultados anoche es el mismo que en 2013 reconoció las alcaldías y concejos municipales obtenidos por la oposición y en 2015 los 109 curules parlamentarias logradas, razón por la cual la narrativa del «fraude» no es convincente ya que pondría en tela de juicio la legalidad de los cargos públicos que hoy ocupan.
En cambio, la ruta de deslegitimación mediática a la elección constituyente se enfila a comparar el porcentaje de votantes con respecto al padrón electoral total.
Sin embargo, en el referendo constituyente del año 1998 el 37,5% de los electores decidieron la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente que creó una nueva Constitución. En ese momento esa respetable votación (así como la del domingo 30 de julio) no se tradujo en ausencia de legitimidad o legalidad a la hora de reformar el Estado venezolano.
En términos políticos la votación se traduce en una recomposición política y electoral del chavismo, recuperando los apoyos de años anteriores, además de significar un aumento en la aceptación del presidente Nicolás Maduro de cara a nuevos desafíos en el corto y mediano plazo.
Esto adquiere una jerarquía superior cuando el conflicto político atizado por el antichavismo se centraliza en desconocer a las instuciones del Estado y a las cabezas de los poderes públicos, en busca de vaciar su legitimidad tanto local como internacional para enorbolar un «gobierno paralelo» que hoy sólo yace en el papel.
Los resultados del domingo 30 de julio expresan una relegitimación de ese Estado y sus intituciones que han buscado incesamente destruir.
Centros de contingencia: amenazas de muerte, épica y otras variables políticas
El 30 de julio fueron las primeras elecciones en Venezuela donde electores fueron amenazados de muerte y agresiones físicas si participaban, a lo que suma el secuestro generalizado en algunas zonas de clase media del país para inihibir la participación, lo cual lograron en ciertos sectores con suma eficiencia.
Para garantizar el derecho al voto, el CNE dispuso de centros de contingencia en Caracas, Zulia, Mérida, Táchira y Aragua para atender a ese electorado amenazado. La enorme afluencia de votantes en esos centros, al mismo tiempo que mujeres y hombres cruzando el Río Torbes y decenas de personas sorteaban barricadas en estados como Mérida y Táchira, fue un duro mensaje estilo búmeran a la violencia callejera que se ejecuta en sus zonas residenciales.
En este sentido no se puede adjudicar únicamente la alta participación al voto duro chavista (que se movilizó en todo el país), sino también a personas de clase media no partidizadas que dieron voto castigo a la MUD como a sectores amplios de la población articulados en torno al Carnet de la Patria y los CLAP.
Estructuras no tradicionales de organización chavista que hoy toman protagonismo en contraposición a los métodos tradicionales de maquinaria electoral.
Dato sumamente expresivo: la guerra abierta contra los CLAP (financiera, política y hasta armada), ante los resultados de anoche, se muestra directamente proporcional a la recomposición del tejido social y político de la población y del chavismo que está logrando, aún con sus fallas y errores de todo proceso en construcción.
La ANC pone en una posición de fuerza al chavismo
El ciclo político previo a la convocatoria a la ANC se encontraba marcado por la agenda de calle, dirigida a exigir elecciones generales anticipadas y el establecimiento de un canal humanitario en el país, entre otros puntos totalmente incumplibles. Sin embargo, esta convocatoria trastocó las coordenadas del conflicto político venezolano a un punto tal que la oposición debió utilizar la Constituyente como nudo de inflamación para buscar sus objetivos.
Puesta contra la pared, en tiempo y espacio, la MUD depositó un gran capital político en impedir la Constituyente, a través de llamados a paros, trancazos y horas cero que no pudieron evitar la convocatoria. Fracaso que convirtió a la votación a la ANC en una victoria política del chavismo altamente desmoralizante y desmovilizadora para los seguidores de la oposición.
Lo que sienta las bases para que la oposición pueda barajar y dar de nuevo en una nueva mesa de diálogo, que le permita definir si regresa al camino político con la presentación de su lista de canditados a regionales entre el 8 y 12 de agosto, fecha en la que vence el periodo de inscripciones. O si continúa a todo o nada en su escenario proyectado de gobierno paralelo y de violencia insurreccional.
Disyuntiva que pone en una situación de fuerza al Gobierno Bolivariano, y de debilidad a una oposición que, por sus antecedentes, también puede optar por combinar ambos caminos, el de la violencia y la política, sin que por eso deje de intentar alcanzar sus objetivos por vías extrapolíticas. Los estímulos para ambos escenarios son muchos y heterogéneos, como la posibilidad de conquistar poder con gobernaciones o recursos financieros del exterior, sin embargo, un hecho que influirá en esto seguramente sea el contexto internacional.
Estados Unidos y sus aliados profundizarán el conflicto en Venezuela
En ese sentido, la reacción de Estados Unidos a la inminente derrota de sus aliados en Venezuela fue tomada por la Administración de Trump como una señal para profundizar la vía no política contra el país. Son muestras evidentes de esta decisión las sanciones a 13 funcionarios, como la amenaza de hacer lo mismo de manera «rápida y contudente» contra la economía venezolana, especialmente Pdvsa, la principal fuente de divisas del país.
Desde Washington también se anunció que se trabaja en conjunto con México y Colombia en una «transición democrática» en boca del jefe de la CIA, Mike Pompeo. Factor que se une al desconocimiento de la Constituyente por parte de 13 países, y la clara intención de sumar más naciones de la región a las sanciones contra Venezuela, ya aceptadas por Colombia, México y Panamá. Con el objetivo de cercar al país y recrudecer la situación económica local para oxigenar a la oposición política, que a viva voz clama por estas medidas en boca del presidente de la AN, Julio Borges.
En esta dirección, hay una decisión tomada por Estados Unidos para evitar cualquier tipo de acuerdo o negociación que no signifique la eliminación del chavismo como factor de poder en el país. Lo que, por un lado, aumenta la presión para evitar que la MUD vuelva a la vía política, y, por otro, abre un terreno imponderable en lo militar, si se tiene en cuenta que uno de los principales focos de violencia armada del 30J sucedió en estados como Táchira y Mérida, fronterizos con Colombia, hoy por hoy el principal activo de Washington para la anhelada «transición en Venezuela».
Difícilmente en lo geopolítico, donde se define buena parte del conflicto venezolano, se vire de esta trayectoria por más, y hay que decirlo, de la contundente victoria del chavismo. Venezuela tiene al día de hoy una amenaza literal sobre su cabeza, y sectores arios del poder duro norteamericano no van a parar hasta poder cumplirla. Como si las personas que fueron a votar amenazadas de muerte fueran la metáfora perfecta para explicar el espeso contexto contra este país, que impertinentemente continúa con la voluntad de decidir su propio futuro.
El signo político constituyente: la guerra, empezar de cero y el orden
Distinto a la Constituyente de 1998, hoy sobre Venezuela se cierne una amenaza bélica con visos de guerra sucia y financiera (sanciones), condimentada con un conflicto institucional promovido por la Asamblea Nacional y el Ministerio Público, en miras de socavar la soberanía política, económica y financiera del Estado venezolano.
El conflicto contra Venezuela tiene como objetivo su médula política, su orden jurídico y económico.
Ante esta amenaza, ya no latente sino en proceso, redefine el marco de la pugna política y le agrega elementos de alta peligrosidad. El chavismo entendió que el plan de fondo consiste en destruir Venezuela bajo distintos métodos de guerra, por ende buscó en la misma Constitución de 1999 los mecanismos para enarbolar una instancia política para rearmar consensos políticos, institucionales y económicos (nacionales e internacionales) desde cero, rompiendo la extorsión de poderes e instituciones del Estado contra el país todo.
No sólo para frenar las amenazas de guerra que se ciernen, también para rescatar el orden y la autoridad del Estado en sectores claves así como para ampliar la recuperación económica, la cual pasa por nuevos acuerdos financieros y económicos con actores internos y externos.
La Constituyente marca un escenario inédito para el país. Uno donde se define la existencia política de la nación y su tránsito hacia el largo plazo, donde se ubica en un contexto global marcado por conflictos geopolíticos cada vez más peligrosos, con una especie y un planeta cada vez más canibalizados por las corporaciones globales.
Allí nos encontramos, en un tiempo político e histórico de definiciones donde el chavismo dio un paso enorme y contundente. La Constituyente en ese maremágnum es también la pugna por tener la suficiente holgura para definir un lugar digno ahí. Hoy.
Fuente: Misión Verdad