sábado, noviembre 23, 2024
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El Sindicalismo Chileno en su Laberinto

El sindicalismo chileno, representado mayoritariamente en la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) -existen otras dos centrales sindicales, la Central Autónoma de Trabajadores (CAT) y la Unión Nacional de Trabajadores (UNT)- no ha logrado erigirse como un movimiento político y social relevante en el actual estadio de la sociedad chilena.

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Se observa un movimiento sindical atomizado, diezmado y orgánicamente debilitado. Se ha escrito mucho y analizado las causas profundas por las que el sindicalismo nacional no ha estado a la altura de los desafíos planteados desde el retorno a la democracia hasta nuestros días.

 

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La injerencia de los partidos políticos en las centrales sindicales, la cooptación por parte de los gobiernos –de la Concertación en su momento, y del actual, de la Nueva Mayoría- en las organizaciones sindicales y gremiales y, por cierto, una normativa laboral autoritaria, han sido elementos que no le han permitido al sindicalismo expandirse como en otras épocas de la historia republicana.

En los hechos, la tasa sindical en Chile oscila entre 14, 7% y un 16,4% y la cobertura en los procesos de Negociación Colectiva no es más que el 11%, ambas cuestiones que imposibilitan un sindicalismo de mayor envergadura.

Junto a esto, las auto inhibiciones del propio sindicalismo, la falta de formación y capacitación sindical, la escasa democracia sindical interna, la exigua renovación de los cuadros sindicales, cuestiones que no tan solo impactan en el sindicalismo, sino también en los partidos políticos y otros movimientos sociales, son otros elementos que configuran este rol de baja densidad política, orgánica y cuantitativa del movimiento sindical en nuestro país.

Elecciones de la CUT 2016

Lo que debía haber sido una contienda electoral sindical medianamente normal, como muchas que se habían llevado a cabo desde su constitución en Punta de Tralca, en 1988, esta elección de la multisindical del 25 de agosto se transformó en una gran catástrofe, en un gran escándalo, que acaparó el interés de la opinión pública nacional.

Las acusaciones de todos contra todos, denuncias de padrones electorales adulterados, en algunas regiones no hubo padrón en el día de la votación, dirigentes sindicales eliminados de los registro electorales, organizaciones sindicales infladas en su membresía, sindicatos fantasmas. Todos estos fueron elementos que pusieron una nube de incertidumbre y de desconfianza en los resultados de esta elección sindical, lo que derivó en la llamada “crisis” en la CUT.

A esta elección por la renovación de las altas autoridades de la CUT concurrieron seis listas: Lista A con su eslogan “A recuperar la CUT para los trabajadores”, encabezada por Andrés Giordano; la B con su consigna “Trabajadores al poder” con Fabián Caballero; la lista C “Por la Unidad Sindical” encabezada por Nolberto Díaz, militante del Partido Demócrata Cristiano (PDC), en dónde convergían dirigentes sindicales del Partido Socialista (PS); la D “Alternativa obrera” con Edward Gallardo; la lista E, con su sello “La CUT: Unidad, amplitud y lucha para cambiar Chile”, que repostulaba a la entonces presidenta de la CUT, Bárbara Figueroa militante del Partico Comunista (PC) y; finalmente la lista F, dirigida por el histórico dirigente sindical, Arturo Martínez con su lema “Democracia y autonomía sindical”.

Cabe destacar, que la votación en esta central sindical es indirecta, donde cada organización sindical tiene una ponderación distinta a partir del número de afiliados. Por cuanto no es universal, en donde cada persona vale un voto. De estas seis listas, las que entraban en una disputa real por lograr una mayoría, eran la lista del PC con su máxima líder, Bárbara Figueroa y la lista de Arturo Martínez, ex presidente y ex secretario general de la CUT, militante controvertido al interior del PS.

En efecto, estas dos listas fueron las más votadas en este dificultoso proceso electoral, la del PC logró 252.967 votos, eligiendo 16 consejeros; la lista de Arturo Martínez, la más votada, alcanza los 286.829 votos, logrando elegir 19 consejeros.

La lista de la DC, alcanzaba los 124.597 votos, alcanzando 8 consejeros y la lista A y B elegirían 1 consejero cada una. Tras densas semanas de acusaciones mutuas entre las listas mayoritarias y pese a la mayoría obtenida por la lista de Martínez, el cual reclamaba la presidencia de la central, Bárbara Figueroa, en alianza con la lista de la DC con N. Díaz y sectores socialistas mantiene el cargo de presidenta interina de la CUT y N. Díaz es elegido secretario general. Se constituye de este modo, la mesa de transición de esta central sindical.

El mandato de la nueva mesa directiva es: convocar a un Congreso Nacional que tenga como objetivo cambiar los estatutos eleccionarios e iniciar el cronograma para la realización de nuevas elecciones sindicales. Es así, que el pasado 14 de octubre, en la realización del primer Consejo Directivo Nacional Ampliado con los 45 consejeros nacionales elegidos transitoriamente y 245 dirigentes de todo el país, se acuerda realizar el Congreso Nacional en enero del 2017 y a más tardar en el primer semestre del mismo año llevara a cabo la elección de esta multisindical.

Es un hecho concreto, que con todos los sucesos que marcaron esta elección y junto a ello, las disputas y descalificaciones internas destempladas en algunos momentos por parte de los dirigentes sindicales, la imagen de la CUT se ha visto inmensamente desmejorada, desacreditada y no goza hoy de credibilidad como organización laboral. Esta central tendrá que transitar por un largo camino de autoreforma sindical, de elevar sus grados de transparencia interna para volver a ser realmente un interlocutor político social válido frente a otros actores sociales, políticos, empresariales y por consiguiente del Estado.

Los desafíos del sindicalismo nacional

Siempre es saludable recordar el papel del movimiento sindical en la lucha anti dictatorial en tiempos en que los partidos políticos, especialmente de la izquierda del país, estaban al margen de la ley y eran perseguidos por la dictadura de Pinochet.

Al permanecer inalterada la matriz neoliberal del Código Laboral de 1979, el cual sella la asimetría entre el enorme poder del sector empresarial y las organizaciones sindicales, resultaba ineludible para las nuevas autoridades del gobierno de la presidenta Bachelet y para la propia presidenta encarar un nuevo pacto laboral, o nuevo Código Laboral.

Cierto es que el Código Laboral ha sufrido cambios desde el retorno a la democracia, pero, tal como sucede en otras materias, heredadas de la dictadura, las modificaciones registradas no representan transformaciones estructurales respecto del paradigma de origen.

Llegamos por tanto ¿a qué tipo de sindicalismo queremos en Chile? Dirigentes de la CUT y otras organizaciones sindicales como la CAT y la UNT lo han señalado tajantemente: se quiere, se desea, se anhela un sindicalismo socio político con políticas de unidad social y de renovación sindical. Pero; ¿qué es en concreto el sindicalismo sociopolítico?

Según Julio Godio, uno de los precursores de este concepto señala:

“el sindicalismo sociopolítico retomando la mejores tradiciones latinoamericanas, postula la autonomía sindical y el pluralismo ideológico. No se propone erradicar las viejas culturas políticas sindicales, sino favorecer la creación de un escenario común entre la corrientes sindicales para converger en estrategias y plataformas comunes”. “preserva su derecho a la cooperación estrecha con los partidos políticos que le son afines, sin afectar la autonomía sindical” (1).

La meta del sindicalismo sociopolítico es lograr la plena humanización del trabajo, pero ésta sólo es posible a través de la acción colectiva del pueblo y sus representaciones políticas y sociales para hacer realidad en los distintos países de la región y a nivel de los procesos de integración regional, verdaderas democracias económicas, políticas y sociales.

En síntesis, se reclama del sindicalismo nacional pasar a una nueva etapa de concepción sindical, de autoreforma sindical (2), en donde el movimiento sindical tenga una plataforma política, social y laboral. Que tenga nortes de acción que vallan más allá de lo meramente reivindicativo, que intervenga plenamente en los debates políticos nacionales, estrechando la relación entre la política y el mundo del trabajo.
Temas como el cambio climático, una postura frente a los desafíos ambientales y energéticos del país, el debate por una Nueva Constitución, entre otros, deben ser preocupaciones de las organizaciones sindicales nacionales junto a las mejoras de los derechos laborales, sindicales y salariales.

En el objetivo de converger hacia un nuevo tipo de sindicalismo, con las características que hemos reseñados, la importancia de la formación y capacitación política, económica, social y sindical es una tarea propia de las organizaciones sindicales, dado que es a través de ella que los trabajadores reflexionan sobre su identidad como clase trabajadora y construyen su propio proyecto político.

Por consiguiente, esta, es una condición sine qua non de esta necesaria renovación del sindicalismo chileno en este nuevo y complejo escenario abierto en los últimos años.

(*) Director del Programa Internacional y de Relaciones Laborales de la Fundación Chile 21.

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Fuente: Primera Piedra

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