Australia es una Isla-Continente del hemisferio austral, miembro de la Commonwealth británica que, a su vez, está constituido por un grupo de Estados. Su primitiva civilización indígena, ha sido rechazada por la colonización blanca; un país de inmigrantes.
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Después de la Segunda Guerra Mundial su industria se desarrolló vertiginosamente, hoy está entre las más activas.
Canberra es la capital, mas la ciudad de Melbourne, capital del Estado de Victoria, famosa por el puerto, un gran centro comercial e industrial, tuvo el encargo de recibir a la familia deportiva para desarrollar los Juegos de la XVI Olimpiada.
Primera ocasión fuera del continente europeo y de los Estados Unidos. La gran Isla vistió sus mejores galas. El país vibró de entusiasmo y la juventud del mundo se dio cita en la otra esquina del globo terráqueo.
En la 43 Sesión del COI, en abril de 1949, la decisión de Melbourne fue por un voto contra Buenos Aires, Argentina.
A Melbourne asistieron 3 342 atletas de 67 países, una cifra inferior a la anterior. Por las condiciones climatológicas del “país de los canguros”, los Juegos se programaron del 22 de noviembre al 8 de diciembre.
Se cumplió la Carta Olímpica, pero hubo que trasladar la equitación para Estocolmo, la capital sueca, con cinco meses de antelación, debido a que en Australia se había decretado una cuarentena para los caballos, por disposiciones sanitarias. Llegó a manejarse un cambio de sede. Pasarían a la historia como los únicos compartidos en diferentes países y fechas, hasta el día de hoy.
La ley australiana que imponía una cuarentena de seis meses a los caballos que entrasen en el país, creaba una dificultad insalvable para las competiciones ecuestres. Inútiles fueron cuantas gestiones se efectuaron con el gobierno. El mismo Brundage se trasladó a Melbourne para manifestar su indignación ante una postura que amenazaba con tirar por la borda todos los acuerdos ya tomados, sobre la localización de sede para los Juegos.
Todo fue inútil, al fin, y ante la premura del tiempo que impedía el traslado de los Juegos a otro país, se optó, aún a costa de violar las normas del COI y los principios cubertinianos sobre el Olimpismo, por separar en dos los Juegos de 1956. Las competiciones ecuestres se llevarían a cabo en Estocolmo, cuya candidatura en la reunión de Atenas de 1954… obtuvo 25 votos por 10 de París, 8 de Río de Janeiro y 2 de Berlín. El resto de los concursos se desarrollarían en Melbourne y la Olimpiada blanca en Cortina d’Ampezzo.[1]
El norteamericano Avery Brundage había asumido como Presidente del COI en 1952, en sustitución de Sigfried Edström. El estadio Melbourne Cricket Ground, con capacidad para 110 000 espectadores, sirvió de marco a las ceremonias de inauguración y clausura.
Hubo deportistas muy destacados, mas acaparó la atención Al Oerter, el discóbolo norteamericano que repetiríala victoria en las versiones de Roma 1960, Tokío 1964 y México 1968. Una hazaña de casi treinta años, hasta que en Atlanta la igualó su compatriota Carl Lewis en el salto de longitud.
El soviético Vladimir Kutz dobló el oro en 5 000 y 10 000 metros. El boxeador húngaro Lázló Papp ganó su tercera medalla dorada al hilo; Laritza Latinina fue reina de la gimnasia y el estadounidense Robert Morrow obtuvo 3 medallas de oro: en 100, 200 y el relevo 4 por 100.
La honra de América Latina la defendieron el brasileño Ferreira Da Silva con su triunfo en triple salto, repitiendo su labor de Helsinki 1952 y el mexicano Joaquín Capilla, en las competencias de clavado, plataforma de 10 metros, además conquistó el bronce en el trampolín de 3 metros; las únicas medallas del país de los mariachis. Chile agregaría otras dos de plata, con dos de bronce. Argentina 1 de plata y 1 de bronce. Uruguay y Bahamas alcanzaron 1 tercer lugarper cápita.
Cuba asistiría a esta Olimpiada con 16 deportistas, repartidos entre los deportes siguientes: atletismo dos (un hombre y una mujer), remos 9, gimnástica 1, natación dos y yachting dos.En realidad, para la época que vivíamos, inclusive es considerable el número de representantes que Cuba envío, ya que es el viaje más lejano y costoso.[2]
Es bueno destacar que por primera ocasión Cuba tendría una representación femenina, en la corredora Bertha Díaz, de los 80 metros con vallas. Ella había obtenido la medalla de oro en los Panamericanos de México 1955. Los mejores ubicados volvieron a ser los yatistas De Cárdenas (Charles y Jorge), quienes descendieron al sexto lugar: Recordar que en Londres 1948 habían alcanzado la medalla de plata y en Helsinki llegaron en el cuarto puesto.
La máxima atracción fue la lucha entre los soviéticos y los norteamericanos por las medallas, que tuvo repercusión universal cuandola Unión Soviética se impuso en el medallero; así comenzaría un reinado de muchos años.
El infortunio de Ron Clarke
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La historia de los Juegos es fascinante, llena de momentos memorables, honores, remembranzas, tristezas, fiestas y duelos; amor, odio, voluntad, deshonor. La suerte y la casualidad, como categorías filosóficas no están ausentes. Estos renglones están dedicados al hombre que, dentro de los Juegos, no la tuvo, a pesar de poseer un talento extraordinario ganando todas las competencias de la IAAF, excepto los Juegos de Verano, la gran fiesta deportiva. Fue el mejor de su época, pero no campeón olímpico.
Ronald William Clarke, conocido por Ron,fue uno de los mejores corredores de media y larga distancia en la década de 1960, que estableció diecisiete récords mundiales. Nació el 21 de febrero de 1937, en la ciudad de Victoria, en Australia. Después del retiro se convirtió en escritor y como político llegó a ocupar el puesto de alcalde de Gold Coast (2004-2012).
Durante un tour por Europa en 1965, compite en 18 oportunidades y bate 12 récords mundiales, incluido el de 20,000 m. El 14 de julio en Oslo, recorta el récord mundial de los 10,000m en 36.2 segundos a 27:39.4, siendo el primer hombre en batir la barrera de los 28 minutos.[3]
Ron Clarke, un corredor de 1 500, 5 000, 10 000 y la maratón, recorrió durante su carrera deportiva unos 50 000 kilómetros, teniendo en cuenta los entrenamientos y las competencias. En Melbourne 1956 era la gran promesa y recibió el honor de llevar la antorcha hasta el pebetero del Melbourne Crocket Ground. Entonces corrió con la antorcha encendida, pero mal diseñada, chispeando todo el tiempo, para terminar en el hospital con serias quemaduras soportadas con espíritu espartano para no interrumpir la ceremonia; no pudo competir.
En su carrera no contó con avezados entrenadores ni recibió apoyo estatal para competir ni firmas patrocinadoras, que entonces no abundaban. Sencillamente corría. Cruzaba los caminos, ciudades, valles y montañas, con un paso inalcanzable. La predilección de su vida era correr y lo hizo con sana dedicación. En Roma 1960, cuando llegaba a la meta para su primera medalla dorada, sufrió una seria lesión en la pierna izquierda. ¡Adiós al sueño olímpico!
No se dio por vencido y volvió en Tokio 1964, donde obtuvo la medalla de bronce en los 10 mil metros. Días antes había implantado récords mundiales en campeonatos del orbe. Increíblemente no ganó en los 5 000, ni en los 10 000, donde se creía sin rivales, tuvo que conformarse con el tercer lugar. No se amilanó y regresó en México 1968, donde no pudo resistir el empuje de otros menos virtuosos y el esfuerzo le costó una afección cardíaca que lo tuvo a punto de la muerte;se marchó sin medallas.
Llegaba el fin y lo embargaba la tristeza. Pudo ser el más grande y no lo logró en los Juegos, solo dejó su huella. Consciente de que no podía llegar a Munich 1972, su carrera terminó en México 1968, pero la vida le deparó un momento inolvidable. Alguien se le acercó y entregó un estuche en el aeropuerto, con la súplica de que lo abriera después. En pleno vuelo quiso despejar la incógnita y abrió el paquete.
¿Cuál no sería su sorpresa cuando vio allí una medalla de oro? Era nada más y nada menos que del gran Emil Zatopek.
Fuente: Cubadebate
Notas:
[1]Conrado Durántez: Olimpia y los Juegos Olímpicos Antiguos. Delegación Nacional de Educación Física y Deportes. Comité Olímpico Español. España. 1975, p. 399.
[2] Fabio Ruiz Vinageras: Un siglo de Deporte Olímpico. Cuba y América Latina (1896-1996). Editorial Deportes. La Habana, p. 99.
[3]Wikipedia, the free encyclopedia, 2016.