El comisario Sandro Gaete acaba de pasar a retiro, tras 20 años investigando a militares. Y tuvo una curiosa relación con varios ex Dina: tomaba largos café en el centro y les llevaba frutas y cuadernos a la cárcel. En su palmarés se cuentan las detenciones de Manuel Contreras, Osvaldo Romo y Paul Schaefer, entre otros.
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En algún momento del relato de cada una de sus historias —que incluyen a Manuel Contreras apuntando a su cabeza con una pistola y una década de búsqueda hasta encontrar a Paul Shaefer—, Sandro Gaete sonreirá con ironía.
No es un policía común. De sus 30 años como detective, 20 los pasó en el Departamento V de Derechos Humanos de Investigaciones, relacionándose directamente con los mandos y agentes más temidos de la Dina, como Manuel Contreras, Pedro Espinoza, Miguel Krasnoff y Osvaldo Romo Mena -el Guatón Romón-, e investigando casos como Calle Conferencia, Operación Colombo, Colonia Dignidad y Caravana de la Muerte.
Con algunos de ellos desarrolló una curiosa -pero estratégica- relación: tomaba largos café con el ex Dina Ricardo Lorens mientras que a Romo y le llevaba frutas a la cárcel. «Yo sabía de lo que estaba hablando Romo sin que tuviera que explicarme mucho. Me acuerdo que cuando yo llegaba a verlo le decía a los custodios: ‘Ahí viene el Hugo Chávez’. Y yo me reía feliz».
Desde su casa con vista al mar que escogió para vivir tras acogerse a retiro hace unas semanas con 48 años, observa atentamente cómo ha cambiado el escenario judicial: cuando él comenzó investigando las causas contra militares, para un policía era una tarea imposible intentar interrogar a un oficial, aunque estuviera retirado. Hoy, en cambio, el ministro en visita Mario Carroza acaba de procesar a la oficialidad del regimiento de La Serena, entre ellos al ex comandante en Jefe del Ejército, el general (R) Juan Emilio Cheyre.
«Los delincuentes duros no amenazan, disparan»
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De niño, Sandro Gaete vivió en la población La Victoria. Su recuerdo más antiguo es de los tres años, cuando su madre lo llevó a votar en las presidenciales del año 70 y junto a su abuela apoyaron a Salvador Allende. Entró a Investigaciones a los 18 años. Y cuando ya era detective de la Brigada de Robos, entraba a varias zonas conflictivas sin temores.
No le costó tener informantes. A muchos los conocía desde niño. «Cuando chico me agarraba a combos con ellos, jugábamos a la pelota», cuenta.
Fue en esa época que por su trabajo investigativo conoció muchos delincuentes. Y pronto se dio cuenta que vincularse estratégicamente con ellos le ayudaba a resolver los casos más difíciles. Una actitud que años después repetiría con varios agentes de la Dina.
Gaete llegó en octubre del 96 a la recién creada sección de Derechos Humanos del Departamento V, a una oficina entonces de ocho metros cuadrados donde sus colegas pasaban el día fumando y tomando café. Comenzó ayudando a redactar los informes de Colonia Dignidad, y luego se integró a ese equipo de trabajo: participó en los allanamientos y en la búsqueda de Paul Schäfer que terminó con el jerarca, tras 10 años prófugo, detenido en Chile tras huir hacia Argentina.
Prohibido interrogar militares
A fines de los años 90 en el Deparamento V se realizaban incipientes investigaciones de detenidos desaparecidos. Ello suponía una apertura, pero con limitaciones: fue la primera vez que Gaete golpeó la mesa a un superior: «Teníamos prohibición de entrevistar a los imputados militares, sólo se entrevistaba a civiles. Yo, sin saber, fui a buscar a un general a su casa en Las Condes y al llegar a la unidad el jefe, Luis Henríquez, estaba muy enojado».
Fue en 1998, cuando el ministro Juan Guzmán tomó el caso Caravana de la Muerte, que comenzaron a interrogar sin limitaciones. El ex policía revela hoy que el juez accedió a que él ofreciera tratar como testigo (y no imputado) a quien aportara información, o a ofrecerles que se les podría conceder la libertad bajo fianza a quienes estuvieran procesados. «Ahí comenzaron los avances. Empezamos con los suboficiales, alimentando el rencor que sentían hacia sus superiores, porque uno sabe cómo los trataban. En esa época, además los oficiales no aceptaban declarar en cuarteles policiales y se producían peleas constantes. Pero para nosotros era importante que ellos fueran a nuestro territorio, porque así empezaban a sentir el peso de un proceso judicial».
Fue en esa misma época que funcionarios de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE) lo amenazaron a la salida del Palacio de los Tribunales. De pronto dos hombres se bajaron de un auto y le dijeron que si seguía molestando con sus investigaciones iba a «despertar al león». Hoy Gaete se ríe de su respuesta: «A estas alturas, el león es un gato mojado. No le quedan ni dientes», les contestó.
Dice que no sintió miedo porque en la unidad de robos ya había curtido la piel para enfrentar las bravatas: «Yo allá aprendí que los delincuentes duros no amenazan, disparan».
Un cuaderno para Romo
Poco a poco Gaete comenzó a ganar confianza. A Osvaldo Romo lo visitaba en la cárcel. Le llevaba fruta y cuadernos. El temido agente de la DINA, incentivado por el detective a escribir sus memorias, daba cuenta de su historia como torturador y aportaba datos guardados. «Su nivel de detalles era impresionante. Tenía memoria de enciclopedia. Incluso recordaba detalles de casas donde había estado solo una vez».
Gracias a Romo, el policía fue acercándose a las detenciones y torturas, pero el destino final de los desaparecidos era una incógnita. «Teníamos problemas con las chapas, todos decían no conocer los nombres reales de las personas».
Relata que lograron avanzar el año 2000 tras ir a visitar a un agente que tenía una foto de su matrimonio y que insistía en no recodar quiénes eran sus compañeros en la Dina. Eso, hasta que le pidieron que les exhibiera más fotos de la fiesta. «Ahí la compartimentación de la que hablaban se fue al carajo: habían asistido varios agentes de su unidad y él se sabía los nombres de todos».
El año 2002 Gaete logró otra revelación: por primera vez un oficial operativo vinculó a Augusto Pinochet al trabajo de la Dina: «Con el agente Ricardo Lorens me sentaba a tomar café. Conversábamos y discutíamos. El 2002 terminó reconociendo haber participado en el procedimiento de Víctor Díaz, el secretario general del PC, y me contó que se lo exhibieron a Pinochet».
Lorens le preguntaba constantemente su impresión de cómo avanzaban los casos y las posibilidades de condena; Gaete se aprovechaba de la idea instalada de que habría un acuerdo político y lo tranquilizaba para que contara más. «Tiempo después, fue uno de los pocos jefes de grupo de la Dina que terminó reconociendo que a los desaparecidos los habían lanzado al mar en helicópteros».
Antes de eso, el 2001, Gaete entrevistó al agente Emilio Troncoso. «Fue bien intenso. La semana anterior habían sido publicados los resultados de la Mesa de Diálogo en que se informaba que cuerpos habían sido lanzados al mar. Entonces le digo: ahora no vamos a hablar ni de torturas ni de detenidos, vamos a hablar de cómo arrojaban al mar a la gente. Y le muestro el recorte de un diario donde aparecía la noticia. Ahí él dice que se acuerda del caso de Marta Ugarte (cuyo cuerpo apareció flotando en una playa) y confiesa que le había correspondido ir a dejar su cuerpo al mar y que no lo amarró bien. Fue el primer agente de la Dina que en Chile habló de los cuerpos arrojados al mar. Gracias a él también supimos que los mismos que realizaban las detenciones eran quienes asesinaban».
Manuel Contreras
Gaete también fue el jefe del grupo que el 2005 detuvo a Manuel Contreras para ingresarlo a cumplir 12 años de cárcel por el secuestro del mirista Miguel Ángel Sandoval. El ex jefe de la Dina le apuntó con una pistola en la cabeza mientras él lo redujo en el piso.
Tranquilizadas las cosas, ambos se subieron al auto que lo trasladaría al cuartel policial. El general (R) reclamaba por las esposas y hablaba insistentemente del bien que él le había hecho al país. En un semáforo en rojo, varias personas lo reconocieron y comenzaron a insultarlo.
Entonces, Gaete le comentó con ironía: «Mire general, ese es el cariño que le tiene la gente».
Dice que después, cuando lo dejó en el Palacio de los Tribunales, Contreras le estiró la mano y reconoció su profesionalismo. «Le agradezco y le deseo la mejor estadía en el penal», le respondió el policía.
Fuente: La Segunda