Leí Sudor. Es la novela más desafiante, divertida, cruda y arriesgada que he leído en años. Alberto Fuguet vuelve a correr riesgos literarios: logra hacernos ver el Santiago actual con otros pliegues, y conocer la mugre que se esconde tras la fama literaria.
El mundo gay es mostrado en este libro sin culpas ni remordimientos. La velocidad de su prosa es vertiginosa y el oído nunca falla en los diálogos. Fuguet extiende el concepto de porno hacia otras realidades, para así exhibir lo que sucede en los bastidores del mundo editorial y en las calles que habitamos. Lo hace sin tapujos, con un realismo que toca la fibra y que es capaz de absorber las novedades tecnológicas y asumirlas como formas literarias.
Esta novela es insolente con el pasado, conversa con el boom y lo satiriza, lo molesta al meterse con uno de sus próceres, Carlos Fuentes. Sudor es un libro impresionante, balzaciano, temerariamente cercano históricamente, ya que narra los últimos años del gobierno de Piñera y uno los reconoce en sus páginas. Es, en varios sentidos, un libro político por sus formas y por su mirada. Retrata la sobrevivencia de personajes muy diversos en un mundo incómodo, donde la realidad hay que ajustarla con drogas y estímulos.
La verdad, es que no había leído nada de esta naturaleza radical en la literatura chilena. Wacquez es feroz pero más enrevesado. Los referentes que se me ocurren son Puig, lejos el más cercano, y la novela Vivir afuera de Rodolfo Fogwill. Fuguet cuenta lo que sucede en cuatro días con detalles insólitos y sin latear. Esa es una proeza. Pasa de una cosa a la otra, tal como lo hacemos al hablar, dejando que fluyan las digresiones y que los personajes expongan sus grietas, deseos y ascos.
Fuguet muestra en Sudor su talento narrativo, su aliento largo y poderoso, capaz de aglutinar sensaciones y acción. En este libro el sexo es fundamental, pero no es el protagonista; los que se entregan a sus placeres y se tropiezan y encuentran a sí mismos en su desarraigo sentimental son los impúdicos personajes.
Me gustó mucho Sudor, sentí vértigo y que se abría una ventana hacia un espacio no descrito. También me percaté como ciertos padres aplastan a los hijos débiles sin verlos, y cómo estos saben burlar la hipocresía de sus mayores y convertirse en desafiantes suicidas.
Lo pasé bien leyendo Sudor; me reí y quedé sin aliento. Desde que lo terminé no me abandonan ciertas imágenes, ciertos diálogos y algunos pasajes con personajes como Alf y Rafa, dos sujetos que vagan a la deriva en los subterráneos del placer y la fragilidad. Allí se encuentran con muchos desconocidos, con autores y tipos mencionados con nombre y apellido.
Sudor es una obra valiente, nueva y auténtica, cuyos méritos escasamente podemos reflejar en una reseña breve. Dará que hablar y sus lectores gozarán con ella con intensidad y emoción.
Fuente: Paniko