Tal como hace una década, la propuesta del ahora Obispo de Rasncagua, Alejando Goic, sobre un salario ético que en la actualidad no debiera bajar de 400 mil pesos, desnudó hasta qué punto ha calado, incluso en sectores «progresistas», el discurso neoliberal.
Es el caso dela ctual presidente de la Cámara de Diputados, el socialista Osvaldo Andrade; quién, tras la propuesta realizada por el vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Alejandro Goic, de implementar un salario ético de 400 mil pesos, se apresuró en afirmar que dicha alza es «inviable» en lo inmediato, pero que el país debe abordar la «tremenda diferencia salarial» existente:
«Sin lugar a dudas que subir de 250 a 400 mil pesos en forma inmediata es completamente inviable, pero eso no significa que no se pueda discutir el tema y ver si los 250 mil actuales tienen o no tienen coherencia».
A ver…
¿Es inviable que el ingreso del trabajo alcance, a lo menos, la línea de la pobreza?
Y sin elevar significativamente el salario mínimo ¿cómo se puede aboradar la «tremenda diferencia salarial» existente?
¿Van a tener que pasar otro diez años para que el diputado Andrade termine de discutir el tema?
¿Por qué el diputado socialista, señor Andrade, se apresura en decretar inviable un aumento del salario mínimo hasta alcanzar la línea de pobreza, y en cambio parece encontrar de lo más viable que el 1% de la población acapare el 40% del ingreso bruto nacional?
Andrade concluyó con una reflexión de asombrosa profundidad:
«El problema en Chile es que además tenemos una diferencia salarial tremenda».
Y entonces, ¿por qué no actúa en consecuencia, en lugar de dedicarse a repetir mecánicamente el discurso neoliberal?
Tanto es así que hasta en la derecha hubo un discurso más comedido que el del socialista Andrade.
El presidente de la UDI, Hernán Larraín, estimó que «el llamado del obispo Goic es un llamado a la conciencia más que a subir los sueldos hoy día, porque mientras la economía no se recupere probablemente va a ser difícil exigir algo así».
El economista Joseph Ramos, presidente de la Comisión Asesora Presidencial para la Productividad, afirmó:
«El obispo tiene toda la razón en que una familia de cuatro personas difícilmente puede vivir con los 250 mil pesos, que es el salario mínimo actual, o casi imposiblemente».
Sin embargo, no pudo evitar caer en el dogma neoliberal:
«Un ingreso en torno a 400 mil pesos me parece razonable, se puede, pero hay un costo en desempleo significativo».
Aún al riesgo de la majadería, hay que aclararle al señor Ramos que su afirmación carece de sustento tanto teórico como empírico. Pero, aún concediéndole que fuese así, significaría que un modelo económico que condena a una parte significativa de la fuerza de trabajo a vivir con un ingreso por bajo de la línea de pobreza, no sirve, y que hay que cambiarlo de manera urgente.
Por su parte, Bárbara Figueroa, presidenta de la CUT, indicó:
«Si uno lo mira con los datos que tenemos, la línea de la pobreza está cercana a los 360, 380 mil pesos, por lo cual pensar en un salario mínimo que supere esa línea es pensar en un salario superior a los 380, 400 mil pesos y más».