“TranSantiago va derecho al colapso financiero y operacional», ha declarado el Senador Andrés Allamand. Tiene toda la razón. La crónica deficiencia del sistema sigue siendo la principal causa de los atochamientos que torturan cotidianamente a millones de santiaguinos, tanto a sus usuarios como automovilistas. La evasión alcanza niveles récord.
Los conductores se han tenido que movilizar nuevamente, exigiendo protección de barristas aleonados por un clásico, los que igual secuestraron seis buses y dañaron muchos más.
El asunto no da para más. Sin embargo, las autoridades miran mayormente al techo sin asumir que se trata quizás del más irritante de los muchos maltratos que soporta el pueblo, por ahora más o menos estoicamente.
Hay que tomar el toro por las astas, estatizarlo y construir corredores por toda la ciudad ¡Ya! De lo contrario se arriesgan consecuencias que pueden resultar trágicas.
Las noticias que filtra el equipo que prepara la nueva licitación del TranSantiago no son nada tranquilizadoras. El solo hecho de volver a licitarlo parece un grave error.
Al parecer, intentan más de lo mismo, es decir, mantener concesionarios privados, agravado con posibles nuevos experimentos de economistas en subsidios a la demanda, que por cierto fracasarían estrepitosamente como todos los incentivos de contratos anteriores. No se ve tampoco acción decidida en la habilitación de corredores.
En resumen, nada nuevo al respecto, mientras las tensiones sobre el terreno crecen y crecen, augurando lo peor. El incremento catastrófico de la evasión y la reciente movilización de choferes son un indicador más que se trata de una caldera que puede estallar en cualquier momento.
Sugiero a las autoridades, simplemente como ejercicio, que tomen a las seis de la tarde el bus que sale por Manquehue al sur desde Clínica Alemana y hagan el trayecto solo hasta Bilbao con Vespucio, me temo que deberán destinar al menos una hora.
Pueden intentar asimismo, lo que sería mejor, instalarse en el paradero de Vespucio esquina Avenida El Salto a las siete de la mañana, a intentar tomar el bus que sube. Sugiero que vayan acompañados, pero la experiencia es aleccionadora.
Al igual que en todas las materias de Estado se trata de un asunto principalmente político, no técnico. Hay que abordar el problema en toda su dimensión, con la fuerza requerida e incrementarla a medida que se avanza. Quizás las autoridades pudieran considerar intervenir personalmente en el asunto. A lo mejor podrían intentar abordar buses en los paraderos más complicados y concurridos, en las horas peores.
Programar, por ejemplo, hacerlo una mañana o tarde al mes y persistir hasta que todo el asunto cambie de dinámica.
La solución es embarcar a toda la ciudad en la misma. Desde luego, empezar con una medida contundente como la estatización que propuso acertadamente en su momento el Senador Frei, unida a un programa en serio de habilitación de corredores, re destinando a ese objeto fondos de autopistas urbanas y habilitando de inmediato corredores o pistas exclusivas en todas las que existen, Circunvalación, Costaneras, N-S, etc., aparte de calles y pistas exclusivas por todos lados.
Obviamente, al acelerarse la circulación de los buses en dichos corredores, entrarán menos autos a las calles con el resultado de acelerar asimismo el tráfico allí.
El problema es la política de transportes, no los automovilistas, quienes sufren los atochamientos más o menos en la misma medida, solo que algo más protegidos, que quienes usan el transporte público.
La clave, por cierto, es involucrar al pueblo en un esfuerzo participativo grande en que participen municipios, juntas de vecinos, etc., que sería muy bien recibido. Tal vez ayudaría nombrar como «zar» del asunto a un político joven y enérgico, de proyecciones, que se foguee resolviendo este problema angustioso.
Es necesario asimismo, relacionar esta política con las otras. Por ejemplo, parece inconcebible que la implementación del nuevo sistema de admisión de los colegios con financiamiento público no contemple al parecer el factor cercanía. Por cierto, no habría medida más efectiva para reducir los viajes que habilitar en cada barrio un muy buen colegio público gratuito, ex municipal y/o ex subvencionado, al cual los niños y jóvenes puedan acceder caminando, como en cualquier ciudad moderna que se respete.
Ojalá que se actúe en consecuencia antes que sea demasiado tarde.