Hace años no veía el festival de Viña. Es un evento que me causa mucha vergüenza y me incomoda. Pero ante el revuelo causado por la rutina del humorista Edo Caroe, hoy vi su presentación. Efectivamente, como se quejaron algunos militantes comunistas, parte de su rutina fue sexista. Hizo un chiste muy aburrido sobre mujeres gordas (o de vagina amplia, no entendí bien) y una innecesaria analogía entre Camila Vallejo y Macaulay Culkin.
Lo que me causó pena (Twitter ya me había advertido), es que el público asistente abucheara a la Diputada Comunista; o sea, quien tenga una imagen negativa de Camila Vallejo, es, como dijo Copano, un tarado que se tragó todo lo que cuenta la prensa chilena.
La cosa se pone patética, cuando los mismos que atacan, con cobardes silbidos entre la masa, a Vallejo, guardan silencio ante nombres como Orpis, Novoa, Girardi, Contreras, Pinochet, Matte.
Esta radiografía de un segmento de la población de Chile, es demoledora contra mis sueños.
Simplemente veo cualquier esperanza de cambio cultural como otro de mis imposibles deseos. Porque esta sociedad de mercado (que muy bien definió Caroe en su rutina), fue impuesta a sangre y fuego, por ende no podemos pretender espabilar cerebros con 4 o 5 legisladores bien intencionados y una pequeña cantidad de ciudadanos conscientes que luchan a diario contra sus propios hermanos, que, cuál novela de Orwell, persiguen, acusan y condenan a quien intente cambiar el sistema o tan sólo cuestionarlo.
Respecto al humorista, demostró una ignorancia política imperdonable; reafirmó el discurso del neoliberalismo, donde el Estado y los políticos son responsables de todas las desgracias del pueblo que, en base a ese argumento, es también culpable de todo lo que le sucede.
Sólo le faltó ese viejo e impresentable adagio fascista de “los pueblos tienen a los políticos (y artistas) que se merecen”.
En ningún momento me reí, valoro el intento de crítica, evidentemente hay inteligencia ahí, pero puesta, una vez más, al servicio de los dueños de Chile.
(*) Locutor y Periodista chileno, rescatado y reformado por la educación pública argentina.
Fuente: El Quinto Poder