Nuevamente llega el mes de junio, con esa lluvia que no deja de conmovernos, en especial cuando recordamos a los doce hermanos asesinados el 15 y 16 de junio de 1987, crimen brutal que marcó nuestra época, provocó dolores inimaginables y ejemplos trascendentes hasta nuestros días.
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Eran tres compañeras, Elizabeth Escobar, Patricia Quiroz y Esther Cabrera, y nueve compañeros, Recaredo Valenzuela, Patricio Acosta, Waldemar Henríquez, Wilson Henríquez, Julio Guerra, Joaquín Valenzuela, Ricardo Rivera, Ricardo Silva y Manuel Valencia. Sus edades fluctuaban entre los veinte y treinta años solamente.
En esos duros días de junio, muchos, debido al carácter clandestino de la lucha contra la dictadura de las FFAA, Carabineros y la derecha chilena, no conocíamos el nombre de gran parte de esos combatientes, ni siquiera sabíamos de sus tareas, tampoco habíamos tenido el privilegio de impregnarnos de la fuerza altiva que emanan de sus miradas, en las fotografías que se han distribuido desde que se cometieron los crímenes.
Hoy, los chilenos, sobre todos los más jóvenes, conocen los rostros de nuestros doce compañeros en la masacre conocida como La Matanza de Corpus Cristi.
Un montaje cubrió ese crimen. El gobierno golpista y los órganos de inteligencia, tildaron de enfrentamiento el suceso, luego en la post dictadura dilataron la justicia por años. Solo la valentía y decisión de los familiares hizo el milagro para que fluyera la verdad, ellos nunca creyeron la versión “oficial” y lograron que la justicia chilena los encausara y condenara, finalmente los asesinos, claro que en correspondencia con la filosofía de la Transición, recibieron condenas insignificantes, “en la medida de lo posible”, que cumplen en cárceles de privilegio, conservando sus grados militares y premiados con jubilaciones millonarias.
No se debe olvidar tampoco que el vil asesinato de los militantes del FPMR, fue mostrado por prensa de la dictadura, El Mercurio, La Segunda, la Tercera y la Televisión servil, como un enfrentamiento y no un asesinato.
Hoy la dignidad de estos doce héroes resalta ante la podredumbre que sale a la luz entre los miembros de la clase política, devenida en corrupta, no pueden negar públicamente que se han financiado por “billetes encapuchados”, dineros generados de las propias falencias criminales de sus políticas, al no haber recuperado las empresas que eran de todos los chilenos y que ellos, ya en el poder, dejaron en manos de partidarios y familiares del dictador.
Imaginábamos que era solo un acto de cobardía de esos “democristianos y socioslistos renegados”, pero ahora que brota la corrupción entre sus filas, nos damos cuenta que también era interés de futuro financiamiento político. Se han transformado en gran medida, en grupos con demandas de poder para sí mismo, en rapiñas por cuotas de recursos del Estado y de dádivas mal habidas de los grandes empresarios capitalistas.
A todos nos impacta visitar las calles y lugares donde resistieron y mataron a nuestros hermanos.
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Cruzar el portón de fierro oxidado de la casa de Pedro Donoso en la comuna de Recoleta, uno de los lugares de la masacre, se siente el frío de la muerte en los pasillos arruinados y en el piso que ahora es de tierra, por el abandono del lugar. Ver sus nombres escritos en los mismos sitios donde fueron asesinados, claro que impacta.
En este mes de junio lluvioso, la naturaleza con sabiduría, junto con muchos compañeros y compañeras, los recordarán nuevamente, los combatientes caídos y las víctimas de la dictadura, jamás deben ser olvidados.